Inmersion Mesias - Flipbook - Página 360
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INMERSIÓN
•
MESÍAS
8:27–9:9
Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo
una gran calma.
Los discípulos quedaron asombrados y preguntaron: «¿Quién es este
hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».
Cuando J esús llegó al otro lado del lago, a la región de los gadarenos, dos
hombres que estaban poseídos por demonios salieron a su encuentro. Sa
lían de entre las tumbas y eran tan violentos que nadie podía pasar por
esa zona.
Comenzaron a gritarle: «¿Por qué te entrometes con nosotros, H
ijo
de Dios? ¿Has venido aquí para torturarnos antes del tiempo establecido
por Dios?».
Sucedió que a cierta distancia había una gran manada de cerdos alimen
tándose. Entonces los demonios suplicaron:
—Si nos echas afuera, envíanos a esa manada de cerdos.
—Muy bien, ¡vayan! —les ordenó Jesús.
Entonces los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos,
y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua.
Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y
contaron a todos lo que había sucedido con los endemoniados. Entonces
toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, pero le rogaron que se fuera y
los dejara en paz.
Jesús subió a una barca y regresó al otro lado del lago, a su propia ciu
dad. Unos hombres le llevaron a un paralítico en una camilla. Al ver la fe
de ellos, J esús le dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo mío! Tus pecados son
perdonados».
Entonces algunos de los maestros de la ley religiosa decían en su inte
rior: «¡Es una blasfemia! ¿Acaso se cree que es Dios?».
Jesús sabía lo que ellos estaban pensando, así que les preguntó: «¿Por
qué tienen pensamientos tan malvados en el corazón? ¿Qué es más fácil
decir: “Tus pecados son perdonados” o “Ponte de pie y camina”? Así que
les demostraré que el H
ijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados». Entonces J esús miró al paralítico y dijo: «¡Ponte de
pie, toma tu camilla y vete a tu casa!».
¡El hombre se levantó de un salto y se fue a su casa! Al ver esto, el temor
se apoderó de la multitud y alabaron a Dios por darles semejante autoridad
a los seres humanos.
Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado en su
cabina de cobrador de impuestos. «Sígueme y sé mi discípulo», le dijo
Jesús. Entonces Mateo se levantó y lo siguió.
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