Inmersion Mesias - Flipbook - Página 358
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INMERSIÓN
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MESÍAS
7:20–8:9
al fuego. Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por
su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones.
»No todo el que me llama: “ ¡Señor, S eñor!” entrará en el reino del cielo.
Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre
que está en el cielo. El día del juicio, muchos me dirán: “ ¡Señor, S eñor!
Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hici
mos muchos milagros en tu nombre”. Pero yo les responderé: “Nunca los
conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”.
»Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, como la persona
que construye su casa sobre una roca sólida. Aunque llueva a cántaros y
suban las aguas de la inundación y los vientos golpeen contra esa casa,
no se vendrá abajo porque está construida sobre un lecho de roca. Sin
embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio, como la
persona que construye su casa sobre la arena. Cuando vengan las lluvias y
lleguen las inundaciones y los vientos golpeen contra esa casa, se derrum
bará con un gran estruendo».
Cuando J esús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asom
bradas de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo
completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa.
Al bajar Jesús por la ladera del monte, grandes multitudes lo seguían. De
repente, un hombre con lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.
—Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme
limpio.
Jesús extendió la mano y lo tocó.
—Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano!
Al instante, la lepra desapareció.
—No se lo cuentes a nadie —le dijo J esús—. En cambio, preséntate ante
el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley
de Moisés a los que son sanados de lepra. Esto será un testimonio público
de que has quedado limpio.
Cuando Jesús regresó a Capernaúm, un oficial romano se le acercó y le
rogó:
—Señor, mi joven siervo está en cama, paralizado y con terribles dolores.
—Iré a sanarlo —dijo Jesús.
—Señor —dijo el oficial—, no soy digno de que entres en mi casa.
Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará.
Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo
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