Inmersion Mesias - Flipbook - Página 33
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L u cas – H E C H O S
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Jesús—, te digo, levántate». ¡Entonces el joven muerto se incorporó y
comenzó a hablar! Y Jesús lo regresó a su madre.
Un gran temor se apoderó de la multitud, y alababan a D
ios diciendo:
«Un profeta poderoso se ha levantado entre nosotros» y «
Dios ha visi
tado hoy a su pueblo». Y las noticias acerca de J esús corrieron por toda
Judea y sus alrededores.
Los discípulos de Juan el Bautista le contaron todo lo que Jesús hacía.
Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió al Señor para que
le preguntaran: «¿Eres tú el M
esías a quien hemos esperado o debemos
seguir buscando a otro?».
Los dos discípulos de Juan encontraron a Jesús y le dijeron: «Juan el
Bautista nos envió a preguntarte: “¿Eres tú el M
esías a quien hemos espe
rado o debemos seguir buscando a otro?”».
En ese preciso momento J esús sanó a muchas personas de enfermeda
des, dolencias, y expulsó espíritus malignos y le devolvió la vista a muchos
ciegos. Luego les dijo a los discípulos de Juan: «Regresen a Juan y cuén
tenle lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos caminan bien, los
que tienen lepra son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a
los pobres se les predica la Buena Noticia». Y agregó: «Dios bendice a los
que no se apartan por causa de mí».
Después de que los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a ha
blar acerca de él a las multitudes. «¿A qué clase de hombre fueron a ver
al desierto? ¿Acaso era una caña débil sacudida por la más leve brisa? ¿O
esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa
ropa elegante y vive rodeada de lujos se encuentra en los palacios. ¿Busca
ban a un profeta? Así es, y él es más que un profeta. Juan es el hombre al
que se refieren las Escrituras cuando dicen:
“Mira, envío a mi mensajero por anticipado,
y él preparará el camino delante de ti”.
Les digo que de todos los hombres que han vivido, nadie es superior a
Juan. Sin embargo, hasta la persona más insignificante en el reino de Dios
es superior a él».
Cuando oyeron esto, todos —hasta los cobradores de impuestos—
coincidieron en que el camino de D
ios era el c orrecto, porque fueron
bautizados por Juan; pero los fariseos y los expertos en la ley religiosa no
aceptaron el plan de Dios para ellos, porque rechazaron el bautismo de
Juan.
«¿Con qué puedo comparar a la gente de esta generación? —preguntó
Jesús—. ¿Cómo los puedo describir? Se parecen a los niños que juegan en
la plaza. Se quejan ante sus amigos:
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