Inmersion Mesias - Flipbook - Página 323
M arcos
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Entonces J esús soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro. Y la cor
tina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El oficial romano que estaba frente a él, al ver cómo había muerto, ex
clamó: «¡Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios!».
Algunas mujeres miraban de lejos, entre ellas, María Magdalena, María
(la madre de Santiago el menor y de José), y Salomé. Eran seguidoras de
Jesús y lo habían cuidado mientras estaba en Galilea. También estaban allí
muchas otras mujeres que habían venido con él a Jerusalén.
Todo eso sucedió el viernes —el día de preparación— anterior al día de
descanso. Al acercarse la noche, José de Arimatea se arriesgó y fue a ver a
Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. ( José era miembro honorable del Conci
lio Supremo y esperaba la venida del reino de D
ios). Pilato no podía creer
que Jesús ya hubiera muerto, así que llamó al oficial romano y le preguntó
si ya había muerto. El oficial lo confirmó, así que Pilato le dijo a José que
podía llevarse el cuerpo. José compró un largo lienzo de lino. Luego bajó
el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió en el lienzo y lo colocó en una
tumba que había sido tallada en la roca. Después hizo rodar una piedra
en la entrada. María Magdalena y María, la madre de José, vieron dónde
ponían el cuerpo de Jesús.
El sábado al atardecer, cuando terminó el día de descanso, María Mag
dalena, Salomé y María, la madre de Santiago, fueron a comprar especias
para el entierro, a fin de ungir el cuerpo de Jesús.
El domingo por la mañana muy temprano, justo al amanecer, fueron a la
tumba. En el camino, se preguntaban unas a otras: «¿Quién nos c orrerá
la piedra de la entrada de la tumba?»; pero cuando llegaron, se fijaron y
vieron que la piedra, que era muy grande, ya estaba corrida.
Cuando entraron en la tumba, vieron a un joven vestido con un manto
blanco, sentado al lado derecho. Las mujeres estaban asustadas, pero el
ángel les dijo: «No se alarmen. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el que
fue crucificado. ¡No está aquí! ¡Ha resucitado! Miren, aquí es donde pusie
ron su cuerpo. Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro,
que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo
antes de morir».
Las mujeres, desconcertadas, huyeron temblando de la tumba y no di
jeron nada a nadie porque estaban muy asustadas.
[Los manuscritos más antiguos de Marcos terminan en
el versículo 16:8. Otros manuscritos tardíos incluyen uno
o ambos de los finales que aparecen a continuación].
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