Inmersion Mesias - Flipbook - Página 322
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INMERSIÓN
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MESÍAS
15:14-36
—¿Por qué? —insistió Pilato—. ¿Qué crimen ha cometido?
Pero la turba rugió aún más fuerte:
—¡Crucifícalo!
Entonces Pilato, para calmar a la multitud, dejó a Barrabás en libertad. Y
mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después
lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran.
Los soldados llevaron a Jesús al patio del cuartel general del gobernador
(llamado el pretorio) y llamaron a todo el regimiento. Lo vistieron con un
manto púrpura y armaron una corona con ramas de espinos y se la pusie
ron en la cabeza. Entonces lo saludaban y se mofaban: «¡Viva el rey de los
judíos!». Y lo golpeaban en la cabeza con una caña de junco, le escupían
y se ponían de rodillas para adorarlo burlonamente. Cuando al fin se can
saron de hacerle burla, le quitaron el manto púrpura y volvieron a ponerle
su propia ropa. Luego lo llevaron para crucificarlo.
Un hombre llamado Simón, que pasaba por allí pero era de Cirene, venía
del campo justo en ese momento, y los soldados lo obligaron a llevar la
cruz de J esús. (Simón era el padre de Alejandro y de Rufo). Y llevaron a
Jesús a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»).
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él lo rechazó.
Después los soldados lo clavaron en la cruz. Dividieron su ropa y tiraron
los dados para ver quién se quedaba con cada prenda. Eran las nueve de
la mañana cuando lo crucificaron. Un letrero anunciaba el cargo en su
contra. Decía: «El Rey de los judíos». Con él crucificaron a dos revolu
cionarios, uno a su derecha y otro a su izquierda.
La gente que pasaba por allí gritaba insultos y movía la cabeza en forma
burlona. «¡Eh! ¡Pero mírate ahora! —le gritaban—. Dijiste que ibas a des
truir el templo y a reconstruirlo en tres días. ¡Muy bien, sálvate a ti mismo
y bájate de la cruz!».
Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa también se
burlaban de Jesús. «Salvó a otros —se mofaban—, ¡pero no puede sal
varse a sí mismo! ¡Que este M
esías, este Rey de I srael, baje de la cruz para
que podamos verlo y creerle!». Hasta los hombres que estaban crucifica
dos con J esús se burlaban de él.
Al mediodía, la tierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde.
Luego, a las tres de la tarde, Jesús clamó con voz fuerte: «Eloi, Eloi,
¿lema sabactani?», que significa «
Dios mío, D
ios mío, ¿por qué me has
abandonado?».
Algunos que pasaban por allí entendieron mal y pensaron que estaba
llamando al profeta Elías. Uno de ellos c orrió y empapó una esponja en
vino agrio, la puso sobre una caña de junco y la levantó para que él pudiera
beber. «¡Esperen! —dijo—. ¡A ver si Elías viene a bajarlo!».
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