Inmersion Mesias - Flipbook - Página 321
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M arcos
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—Tú eres uno de los que estaban con Jesús de Nazaret.
Pero Pedro lo negó y dijo:
—No sé de qué hablas.
Y salió afuera, a la entrada. En ese instante, cantó un gallo.
Cuando la sirvienta vio a Pedro parado allí, comenzó a decirles a los
otros: «¡No hay duda de que este hombre es uno de ellos!». Pero Pedro
lo negó otra vez.
Un poco más tarde, algunos de los otros que estaban allí confrontaron
a Pedro y dijeron:
—Seguro que tú eres uno de ellos, porque eres galileo.
Pedro juró:
—¡Que me caiga una maldición si les miento! ¡No conozco a ese hom
bre del que hablan!
Inmediatamente, el gallo cantó por segunda vez.
De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de
Pedro: «Antes de que cante el gallo dos veces, negarás tres veces que me
conoces»; y se echó a llorar.
Muy temprano por la mañana, los principales sacerdotes, los ancianos y los
maestros de la ley religiosa —todo el Concilio Supremo— se reunieron
para hablar del próximo paso. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron
a Pilato, el gobernador romano.
Pilato le preguntó a Jesús:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
—Tú lo has dicho —contestó J esús.
Entonces los principales sacerdotes siguieron acusándolo de muchos
delitos, y Pilato le preguntó: «¿No vas a contestarles? ¿Qué me dices de
las acusaciones que presentan en tu contra?». Entonces, para sorpresa de
Pilato, Jesús no dijo nada.
Ahora bien, era costumbre del gobernador poner en libertad a un preso
cada año, durante la celebración de la Pascua, el que la gente pidiera. Uno
de los presos en ese tiempo era Barrabás, un revolucionario que había
cometido un asesinato durante un levantamiento. La multitud acudió a
Pilato y le pidió que soltara a un preso como era la costumbre.
«¿Quieren que les deje en libertad a este “rey de los judíos”?», preguntó
Pilato. (Pues ya se había dado cuenta de que los principales sacerdotes
habían arrestado a J esús por envidia). Sin embargo, en ese momento, los
principales sacerdotes incitaron a la multitud para que exigiera la libertad
de Barrabás en lugar de la de Jesús. Pilato les preguntó:
—Entonces, ¿qué hago con este hombre al que ustedes llaman rey de
los judíos?
—¡Crucifícalo! —le contestaron a gritos.
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