Inmersion Mesias - Flipbook - Página 32
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INMERSIÓN
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MESÍAS
6:45–7:14
higos no se recogen de los espinos, y las uvas no se cosechan de las zarzas.
Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón,
y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo
que uno dice brota de lo que hay en el corazón.
»Así que, ¿por qué siguen llamándome “¡Señor, Señor!” cuando no hacen
lo que digo? Les mostraré cómo es cuando una persona viene a mí, es
cucha mi enseñanza y después la sigue. Es como una persona que, para
construir una casa, cava hondo y echa los cimientos sobre roca sólida.
Cuando suben las aguas de la inundación y golpean contra esa casa, esta
queda intacta porque está bien construida. Pero el que oye y no obedece
es como una persona que construye una casa sobre el suelo, sin cimientos.
Cuando las aguas de la inundación azoten esa casa, se derrumbará en un
montón de escombros».
Cuando J esús terminó de decir todo eso a la gente, regresó a Capernaúm.
En ese tiempo, un apreciado esclavo de un oficial romano estaba enfermo
y a punto de morir. Cuando el oficial oyó hablar de J esús, envió a unos
respetados ancianos judíos a pedirle que fuera a sanar a su esclavo. De
todo corazón, le suplicaron a Jesús que ayudara al hombre. Le dijeron: «Si
alguien merece tu ayuda, es él; pues ama al pueblo judío y hasta construyó
una sinagoga para nosotros».
Entonces Jesús fue con ellos; pero, justo antes de que llegaran a la casa,
el oficial envió a unos amigos a decir: «Señor, no te molestes en venir a
mi casa, porque no soy digno de tanto honor. Ni siquiera soy digno de ir a
tu encuentro. Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo
se sanará. Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores
y tengo autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y
ellos van, o “vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan
esto”, lo hacen».
Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a la multitud que lo seguía
y dijo: «Les digo, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!». Cuando
los amigos del oficial regresaron a la casa, encontraron al esclavo comple
tamente sano.
Poco después, Jesús fue con sus discípulos a la aldea de Naín, y una mul
titud numerosa lo siguió. Cuando J esús llegó a la entrada de la aldea, salía
una procesión fúnebre. El joven que había muerto era el único hijo de una
viuda, y una gran multitud de la aldea la acompañaba. Cuando el Señor la
vio, su corazón rebosó de compasión. «No llores», le dijo. Luego se acercó
al ataúd y lo tocó y los que cargaban el ataúd se detuvieron. «Joven —dijo
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