Inmersion Mesias - Flipbook - Página 319
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“Dios golpeará al Pastor,
y las ovejas se dispersarán”.
Sin embargo, después de ser levantado de los muertos, iré delante de uste
des a Galilea y allí los veré».
Pedro le dijo:
—Aunque todos te abandonen, yo jamás lo haré.
Jesús respondió:
—Te digo la verdad, Pedro: esta misma noche, antes de que cante el
gallo dos veces, negarás tres veces que me conoces.
—¡No! —exclamó Pedro enfáticamente—. Aunque tenga que morir
contigo, ¡jamás te negaré!
Y los demás juraron lo mismo.
Fueron al huerto de olivos llamado Getsemaní, y Jesús dijo: «Siéntense
aquí mientras yo voy a orar». Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan y co
menzó a afligirse y angustiarse profundamente. Les dijo: «Mi alma está
destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí
y velen conmigo».
Se adelantó un poco más y cayó en tierra. Pidió en oración que, si
fuera posible, pasara de él la horrible hora que le esperaba. «Abba, Padre
—clamó—, todo es posible para ti. Te pido que quites esta copa de sufri
miento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
Luego volvió y encontró a los discípulos dormidos. Le dijo a Pedro:
«Simón, ¿estás dormido? ¿No pudiste velar conmigo ni siquiera una hora?
Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está
dispuesto, pero el cuerpo es débil».
Entonces Jesús los dejó otra vez e hizo la misma oración que antes.
Cuando regresó de nuevo adonde estaban ellos, los encontró dormidos
porque no podían mantener los ojos abiertos. Y no sabían qué decir.
Cuando volvió a ellos por tercera vez, les dijo: «Adelante, duerman,
descansen; pero no, la hora ha llegado. El H
ijo del H
ombre es traicionado
y entregado en manos de pecadores. Levántense, vamos. ¡Miren, el que me
traiciona ya está aquí!».
En ese mismo instante, mientras Jesús todavía hablaba, llegó Judas, uno
de los doce discípulos, junto con una multitud de hombres armados con
espadas y palos. Los habían enviado los principales sacerdotes, los maes
tros de la ley religiosa y los ancianos. El traidor, Judas, había acordado
previamente con ellos una señal: «Sabrán a cuál arrestar cuando yo lo
salude con un beso. Entonces podrán llevárselo bajo custodia». En cuanto
llegaron, Judas se acercó a Jesús. «¡Rabí!», exclamó, y le dio el beso.
Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron; pero uno de los
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