Inmersion Mesias - Flipbook - Página 312
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INMERSIÓN
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MESÍAS
11:12-33
A la mañana siguiente, cuando salían de Betania, Jesús tuvo hambre. Vio
que a cierta distancia había una higuera frondosa, así que se acercó para ver
si encontraba higos; pero solo tenía hojas porque aún no había comenzado
la temporada de los higos. Entonces Jesús dijo al árbol: «¡Que nadie jamás
vuelva a comer tu fruto!». Y los discípulos lo oyeron.
Cuando llegaron de nuevo a Jerusalén, Jesús entró en el templo y co
menzó a echar a los que compraban y vendían animales para los sacrificios.
Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y
les prohibió a todos que usaran el templo como un mercado. Les dijo: «Las
Escrituras declaran: “Mi templo será llamado casa de oración para todas
las naciones”, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones».
Cuando los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa oye
ron lo que Jesús había hecho, comenzaron a planificar cómo matarlo; pero
tenían miedo de J esús, porque la gente estaba asombrada de su enseñanza.
Esa tarde J esús y los discípulos salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar junto a la higuera que él había malde
cido, los discípulos notaron que se había marchitado desde la raíz. Pedro
recordó lo que Jesús había dicho al árbol el día anterior y exclamó:
—¡Mira, Rabí! ¡La higuera que maldijiste se marchitó y murió!
Entonces Jesús dijo a los discípulos:
—Tengan fe en Dios. Les digo la verdad, ustedes pueden decir a esta
montaña: “Levántate y échate al mar”, y sucederá; pero deben creer de
verdad que ocurrirá y no tener ninguna duda en el corazón. Les digo, us
tedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que la han recibido, será
suya. Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien
guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone
a ustedes sus pecados.
Nuevamente entraron en Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por la zona
del templo, los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los
ancianos se le acercaron.
—¿Con qué autoridad haces todas estas cosas? —le reclamaron—.
¿Quién te dio el derecho de hacerlas?
—Les diré con qué autoridad hago estas cosas si me contestan una pre
gunta —respondió Jesús—. La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía
del cielo o era meramente humana? ¡Contéstenme!
Ellos discutieron el asunto unos con otros: «Si decimos que provenía
del cielo, preguntará por qué nosotros no le creímos a Juan. ¿Pero nos
atrevemos a decir que era meramente humana?». Pues tenían temor de lo
que haría la gente, porque todos creían que Juan era un profeta. Entonces
finalmente contestaron:
—No sabemos.
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