Inmersion Mesias - Flipbook - Página 309
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M arcos
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sacaron el tema de nuevo. Él les dijo: «El que se divorcia de su esposa y se
casa con otra comete adulterio contra ella; y si una mujer se divorcia de su
marido y se casa con otro, comete adulterio».
Cierto día, algunos padres llevaron a sus niños a Jesús para que los tocara
y los bendijera, pero los discípulos regañaron a los padres por molestarlo.
Cuando Jesús vio lo que sucedía, se enojó con sus discípulos y les dijo:
«Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de D
ios
pertenece a los que son como estos niños. Les digo la verdad, el que no
reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él». Entonces tomó
a los niños en sus brazos y después de poner sus manos sobre la cabeza de
ellos, los bendijo.
Cuando J esús estaba por emprender su camino a Jerusalén, un hombre se
le acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
—¿Por qué me llamas bueno? —preguntó J esús—. Solo D
ios es verda
deramente bueno; pero para contestar a tu pregunta, tú conoces los man
damientos: “No cometas asesinato; no cometas adulterio; no robes; no
des falso testimonio; no estafes a nadie; honra a tu padre y a tu madre”.
—Maestro —respondió el hombre—, he obedecido todos esos man
damientos desde que era joven.
Jesús miró al hombre y sintió profundo amor por él.
—Hay una cosa que todavía no has hecho —le dijo—. Anda y vende
todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en
el cielo. Después ven y sígueme.
Al oír esto, el hombre puso cara larga y se fue triste porque tenía muchas
posesiones.
Jesús miró a su alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil es para los
ricos entrar en el reino de Dios!». Los discípulos quedaron asombrados
de sus palabras. Pero Jesús volvió a decir: «Queridos hijos, es muy difícil
entrar en el reino de D
ios. De hecho, ¡es más fácil que un camello pase por
el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios!».
Los discípulos quedaron atónitos.
—Entonces, ¿quién podrá ser salvo? —preguntaron.
Jesús los miró fijamente y dijo:
—Humanamente hablando, es imposible, pero no para D
ios. Con D
ios,
todo es posible.
Entonces Pedro comenzó a hablar.
—Nosotros hemos dejado todo para seguirte —dijo.
—Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado
casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o bienes por mi causa
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