Inmersion Mesias - Flipbook - Página 301
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M arcos
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multitudes para que puedan ir a las granjas y aldeas cercanas a comprar
algo de comer.
Jesús les dijo:
—Denles ustedes de comer.
—¿Con qué? —preguntaron—. ¡Tendríamos que trabajar durante
meses para ganar suficiente a fin de comprar comida para toda esta gente!
—¿Cuánto pan tienen? —preguntó—. Vayan y averigüen.
Ellos regresaron e informaron:
—Tenemos cinco panes y dos pescados.
Entonces Jesús les dijo a los discípulos que sentaran a la gente en grupos
sobre la hierba verde. Así que se sentaron en grupos de cincuenta y de cien.
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró hacia el cielo y
los bendijo. Luego, a medida que partía los panes en trozos, se los daba a
sus discípulos para que los distribuyeran entre la gente. También dividió
los pescados para que cada persona tuviera su porción. Todos comieron
cuanto quisieron, y después los discípulos juntaron doce canastas con lo
que sobró de pan y pescado. Un total de cinco mil hombres y sus familias
se alimentaron.
Inmediatamente después, Jesús insistió en que sus discípulos regresaran a
la barca y comenzaran a cruzar el lago hacia Betsaida mientras él enviaba a
la gente a casa. Después de despedirse de la gente, subió a las colinas para
orar a solas.
Muy tarde esa misma noche, los discípulos estaban en la barca en medio
del lago y J esús estaba en tierra, solo. Jesús vio que ellos se encontraban en
serios problemas, pues remaban con mucha fuerza y luchaban contra el
viento y las olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos
caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo, pero cuando
los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pen
saron que era un fantasma. Todos quedaron aterrados al verlo.
Pero J esús les habló de inmediato: «No tengan miedo —dijo—. ¡Ten
gan ánimo! ¡Yo estoy aquí!». Entonces subió a la barca, y el viento se de
tuvo. Ellos estaban totalmente asombrados porque todavía no entendían
el significado del milagro de los panes. Tenían el corazón demasiado en
durecido para comprenderlo.
Después de cruzar el lago, arribaron a Genesaret. Llevaron la barca
hasta la orilla y bajaron. Los habitantes reconocieron a Jesús enseguida
y corrieron por toda la región llevando a los enfermos en camillas hasta
donde oían que él estaba. Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o gran
jas— le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los
enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a
Jesús eran sanados.
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