Inmersion Mesias - Flipbook - Página 298
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INMERSIÓN
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MESÍAS
5:18-40
Mientras J esús entraba en la barca, el hombre que había estado poseído
por los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. Pero J esús le
dijo: «No. Ve a tu casa y a tu familia y diles todo lo que el Señor ha hecho
por ti y lo misericordioso que ha sido contigo». Así que el hombre salió a
visitar las Diez C
iudades de esa región y comenzó a proclamar las grandes
cosas que Jesús había hecho por él; y todos quedaban asombrados de lo
que les decía.
J esús entró de nuevo en la barca y regresó al otro lado del lago, donde una
gran multitud se juntó alrededor de él en la orilla. Entonces llegó uno de
los líderes de la sinagoga local, llamado Jairo. Cuando vio a Jesús, cayó a
sus pies y le rogó con fervor: «Mi hijita se está muriendo —dijo—. Por
favor, ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva».
Jesús fue con él, y toda la gente lo siguió, apretujada a su alrededor. Una
mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia conti
nua. Había sufrido mucho con varios médicos y, a lo largo de los años,
había gastado todo lo que tenía para poder pagarles, pero nunca mejoró.
De hecho, se puso peor. Ella había oído de Jesús, así que se le acercó por
detrás entre la multitud y tocó su túnica. Pues pensó: «Si tan solo tocara
su túnica, quedaré sana». Al instante, la hemorragia se detuvo, y ella pudo
sentir en su cuerpo que había sido sanada de su terrible condición.
Jesús se dio cuenta de inmediato de que había salido poder sanador
de él, así que se dio vuelta y preguntó a la multitud: «¿Quién tocó mi
túnica?».
Sus discípulos le dijeron: «Mira a la multitud que te apretuja por todos
lados. ¿Cómo puedes preguntar: “¿Quién me tocó?”?».
Sin embargo, él siguió mirando a su alrededor para ver quién lo había
hecho. Entonces la mujer, asustada y temblando al darse cuenta de lo que
le había pasado, se le acercó y se arrodilló delante de él y le confesó lo que
había hecho. Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz. Se acabó tu
sufrimiento».
Mientras él todavía hablaba con ella, llegaron mensajeros de la casa de
Jairo, el líder de la sinagoga, y le dijeron: «Tu hija está muerta. Ya no tiene
sentido molestar al Maestro».
Jesús oyó lo que decían y le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Solo ten fe».
Jesús detuvo a la multitud y no dejó que nadie fuera con él excepto
Pedro, Santiago y Juan (el hermano de Santiago). Cuando llegaron a la casa
del líder de la sinagoga, J esús vio el alboroto y que había muchos llantos
y lamentos. Entró y preguntó: «¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña
no está muerta; solo duerme».
La gente se rió de él; pero él hizo que todos salieran y llevó al padre y
a la madre de la muchacha y a sus tres discípulos a la habitación donde
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