Inmersion Mesias - Flipbook - Página 293
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M arcos
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—¿Acaso no han leído en las Escrituras lo que hizo David cuando él y
sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de D
ios (en el tiempo
que Abiatar era sumo sacerdote) y violó la ley al comer los panes sagrados
que solo a los sacerdotes se les permite comer, y también les dio una por
ción a sus compañeros.
Después Jesús les dijo:
—El día de descanso se hizo para satisfacer las necesidades de la gente,
y no para que la gente satisfaga los requisitos del día de descanso. Así que
el Hijo del Hombre es Señor, ¡incluso del día de descanso!
J esús entró de nuevo en la sinagoga y vio a un hombre que tenía una mano
deforme. Como era el día de descanso, los enemigos de Jesús lo vigilaban
de cerca. Si sanaba la mano del hombre, tenían pensado acusarlo por tra
bajar en el día de descanso.
Jesús le dijo al hombre con la mano deforme: «Ven y ponte de pie frente
a todos». Luego se dirigió a sus acusadores y les preguntó: «¿Permite la
ley hacer buenas acciones en el día de descanso o es un día para hacer el
mal? ¿Es un día para salvar la vida o para destruirla?». Pero ellos no qui
sieron contestarle.
Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban, profundamente entristecido
por la dureza de su corazón. Entonces le dijo al hombre: «Extiende la
mano». Así que el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada! Los
fariseos salieron enseguida y se reunieron con los partidarios de Herodes
para tramar cómo matar a Jesús.
J esús fue al lago con sus discípulos, y una gran multitud lo siguió. La gente
llegaba de toda Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea, del oriente del río Jordán
y de lugares tan al norte como Tiro y Sidón. Las noticias sobre sus milagros
corrían por todas partes, y una enorme cantidad de personas llegó para
verlo.
Jesús encargó a sus discípulos que prepararan una barca para que la mul
titud no lo apretujara. Ese día sanó a tanta gente que todos los enfermos
empujaban hacia adelante para poder tocarlo. Y, cuando los que estaban
poseídos por espíritus malignos lo veían, los espíritus los arrojaban al suelo
frente a él y gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»; pero Jesús ordenó se
veramente a los espíritus que no revelaran quién era él.
Tiempo después J esús subió a un monte y llamó a los que quería que lo
acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. Luego nombró a doce de
ellos y los llamó sus apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a
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