Inmersion Mesias - Flipbook - Página 251
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E f esios
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«Despiértate, tú que duermes;
levántate de los muertos,
y Cristo te dará luz».
Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino
como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días
malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor
quiere que hagan. No se emborrachen con vino, porque eso les arruinará la
vida. En cambio, sean llenos del Espíritu Santo cantando salmos e himnos
y canciones espirituales entre ustedes, y haciendo música al S eñor en el
corazón. Y den gracias por todo a Dios el P
adre en el nombre de nuestro
Señor Jesucristo.
Es más, sométanse unos a otros por reverencia a Cristo.
Para las esposas, eso significa: sométase cada una a su marido como al
Señor, porque el marido es la cabeza de su esposa como C
risto es cabeza
de la iglesia. Él es el Salvador de su cuerpo, que es la iglesia. Así como la
iglesia se somete a Cristo, de igual manera la esposa debe someterse en
todo a su marido.
Para los maridos, eso significa: ame cada uno a su esposa tal como C
risto
amó a la iglesia. Él entregó su vida por ella a fin de hacerla santa y limpia al
lavarla mediante la purificación de la palabra de Dios. Lo hizo para presen
társela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni ningún
otro defecto. Será, en cambio, santa e intachable. De la misma manera, el
marido debe amar a su esposa como ama a su propio cuerpo. Pues un hom
bre que ama a su esposa en realidad demuestra que se ama a sí mismo. Nadie
odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida tal como Cristo lo hace
por la iglesia. Y nosotros somos miembros de su cuerpo.
Como dicen las Escrituras: «El hombre deja a su padre y a su madre, y
se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo». Eso es un gran
misterio, pero ilustra la manera en que Cristo y la iglesia son uno. Por eso
les repito: cada hombre debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y
la esposa debe respetar a su marido.
Hijos, obedezcan a sus padres porque ustedes pertenecen al Señor, pues
esto es lo c orrecto. «Honra a tu padre y a tu madre». Ese es el primer man
damiento que contiene una promesa: si honras a tu padre y a tu madre, «te
irá bien y tendrás una larga vida en la tierra».
Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan. Más
bien, críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor.
Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con profundo respeto y
temor. Sírvanlos con sinceridad, tal como servirían a C
risto. Traten de
agradarlos todo el tiempo, no solo cuando ellos los observan. Como
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