Inmersion Mesias - Flipbook - Página 185
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2 C orintios
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«Comparten con libertad y dan con generosidad a los pobres.
Sus buenas acciones serán recordadas para siempre».
Pues es D
ios quien provee la semilla al agricultor y luego el pan para comer.
De la misma manera, él proveerá y aumentará los recursos de ustedes y
luego producirá una gran cosecha de generosidad en ustedes.
Efectivamente, serán enriquecidos en todo sentido para que siempre
puedan ser generosos; y cuando llevemos sus ofrendas a los que las nece
sitan, ellos darán gracias a D
ios. Entonces dos cosas buenas resultarán del
ministerio de dar: se satisfarán las necesidades de los creyentes de Jerusa
lén y ellos expresarán con alegría su agradecimiento a Dios.
Como resultado del ministerio de ustedes, ellos darán la gloria a Dios.
Pues la generosidad de ustedes tanto hacia ellos como a todos los creyen
tes demostrará que son obedientes a la Buena Noticia de Cristo. Y ellos
orarán por ustedes con un profundo cariño debido a la desbordante gracia
que Dios les ha dado a ustedes. ¡Gracias a Dios por este don que es tan
maravilloso que no puede describirse con palabras!
Ahora yo, Pablo, les ruego con la ternura y bondad de Cristo, aunque
me doy cuenta de que piensan que soy tímido en persona y valiente solo
cuando escribo desde lejos. Pues bien, les suplico ahora, para que cuando
vaya, no tenga que ser atrevido con los que piensan que actuamos con
intenciones humanas.
Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos. Usa
mos las armas poderosas de D
ios, no las del mundo, para derribar las
fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos.
Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente co
nozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las
personas a obedecer a Cristo; y una vez que ustedes lleguen a ser total
mente obedientes, castigaremos a todo el que siga en desobediencia.
Fíjense en los hechos evidentes. Los que afirman que pertenecen a
Cristo deben reconocer que nosotros pertenecemos a C
risto tanto como
ellos. Pareciera que estoy jactándome demasiado de la autoridad que nos
dio el Señor, pero nuestra autoridad los edifica a ustedes, no los destruye.
Así que no me avergonzaré de usar mi autoridad.
No es mi intención asustarlos con mis cartas. Pues algunos dicen: «Las
cartas de Pablo son exigentes y fuertes, ¡pero él en persona es débil y sus
discursos no valen nada!». Esas personas deberían darse cuenta de que
nuestras acciones, cuando lleguemos en persona, serán tan enérgicas
como lo que decimos en nuestras cartas, que llegan desde lejos.
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