Inmersion Mesias - Flipbook - Página 179
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causa de Jesús. Pues Dios, quien dijo: «Que haya luz en la oscuridad»,
hizo que esta luz brille en nuestro corazón para que podamos conocer la
gloria de Dios que se ve en el rostro de Jesucristo.
Ahora tenemos esta luz que brilla en nuestro corazón, pero nosotros
mismos somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran te
soro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de D
ios, no de
nosotros mismos.
Por todos lados nos presionan las dificultades, pero no nos aplastan. Es
tamos perplejos pero no caemos en la desesperación. Somos perseguidos
pero nunca abandonados por D
ios. Somos derribados, pero no destruidos.
Mediante el sufrimiento, nuestro cuerpo sigue participando de la muerte
de Jesús, para que la vida de Jesús también pueda verse en nuestro cuerpo.
Es cierto, vivimos en constante peligro de muerte porque servimos a
Jesús, para que la vida de Jesús sea evidente en nuestro cuerpo que muere.
Así que vivimos de cara a la muerte, pero esto ha dado como resultado
vida eterna para ustedes.
Sin embargo, seguimos predicando porque tenemos la misma clase de
fe que tenía el salmista cuando dijo: «Creí en D
ios, por tanto hablé».
Sabemos que D
ios, quien resucitó al S eñor Jesús, también nos resucitará
a nosotros con Jesús y nos presentará ante sí mismo junto con ustedes.
Todo esto es para beneficio de ustedes, y a medida que la gracia de Dios
alcance a más y más personas, habrá abundante acción de gracias, y D
ios
recibirá más y más gloria.
Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo
está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. Pues nues
tras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin
embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de
mucho más peso que las dificultades! Así que no miramos las dificultades
que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden
verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las
cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.
Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vi
vimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), ten
dremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por
Dios mismo y no por manos humanas. Nos fatigamos en nuestro cuerpo
actual y anhelamos ponernos nuestro cuerpo celestial como si fuera ropa
nueva. Pues nos vestiremos con un cuerpo celestial; no seremos espíritus
sin cuerpo. Mientras vivimos en este cuerpo terrenal, gemimos y suspira
mos, pero no es que queramos morir y deshacernos de este cuerpo que
nos viste. Más bien, queremos ponernos nuestro cuerpo nuevo para que
este cuerpo que muere sea consumido por la vida. Dios mismo nos ha
preparado para esto, y como garantía nos ha dado su E
spíritu Santo.
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