Inmersion Mesias - Flipbook - Página 170
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INMERSIÓN
•
MESÍAS
15:35-54
Pero alguien podría preguntar: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Qué
clase de cuerpos tendrán?». ¡Qué pregunta tan tonta! Cuando pones una
semilla en la tierra, esta no crece y llega a ser una planta a menos que muera
primero; y lo que pones en el suelo no es la planta que crecerá sino tan
solo una simple semilla de trigo o de lo que estés sembrando. Luego D
ios
le da el cuerpo nuevo que él quiere que tenga. De cada clase de semilla
crece una planta diferente. De modo parecido, hay diferentes clases de
carne: una para los humanos, otra para los animales, otra para las aves y
otra para los peces.
También hay cuerpos en los cielos y cuerpos sobre la tierra. La gloria de
los cuerpos celestiales es diferente de la gloria de los cuerpos terrenales. El
sol tiene una clase de gloria, mientras que la luna tiene otra y las estrellas
tienen otra. Y hasta las estrellas se diferencian unas de otras por la gloria
de cada una.
Lo mismo sucede con la resurrección de los muertos. Cuando morimos,
nuestros cuerpos terrenales son plantados en la tierra, pero serán resuci
tados para que vivan por siempre. Nuestros cuerpos son enterrados en
deshonra, pero serán resucitados en gloria. Son enterrados en debilidad,
pero serán resucitados en fuerza. Son enterrados como cuerpos huma
nos naturales, pero serán resucitados como cuerpos espirituales. Pues, así
como hay cuerpos naturales, también hay cuerpos espirituales.
Las Escrituras nos dicen: «El primer hombre, Adán, se convirtió en
un ser viviente», pero el último Adán —es decir, Cristo— es un Espíritu
que da vida. Lo que primero viene es el cuerpo natural, y más tarde viene
el cuerpo espiritual. Adán, el primer hombre, fue formado del polvo de la
tierra, mientras que Cristo, el segundo hombre, vino del cielo. Los que son
terrenales son como el hombre terrenal, y los que son celestiales son como
el hombre celestial. Al igual que ahora somos como el hombre terrenal,
algún día seremos como el hombre celestial.
Lo que les digo, amados hermanos, es que nuestros cuerpos físicos no
pueden heredar el reino de Dios. Estos cuerpos que mueren no pueden
heredar lo que durará para siempre.
Pero permítanme revelarles un secreto maravilloso. ¡No todos morire
mos, pero todos seremos transformados! Sucederá en un instante, en un
abrir y cerrar de ojos, cuando se toque la trompeta final. Pues, cuando
suene la trompeta, los que hayan muerto resucitarán para vivir por siem
pre. Y nosotros, los que estemos vivos, también seremos transformados.
Pues nuestros cuerpos mortales tienen que ser transformados en cuerpos
que nunca morirán; nuestros cuerpos mortales deben ser transformados
en cuerpos inmortales.
Entonces, cuando nuestros cuerpos mortales hayan sido transformados
en cuerpos que nunca morirán, se cumplirá la siguiente Escritura:
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