Inmersion Mesias - Flipbook - Página 122
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INMERSIÓN
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MESÍAS
23:21–24:4
Concilio Supremo, fingiendo que quieren obtener más información.
¡Pero no lo haga! Hay más de cuarenta hombres escondidos por todo el
camino, listos para tenderle una emboscada. Ellos han jurado no comer
ni beber nada hasta que lo hayan matado. Ya están listos, solo esperan su
consentimiento.
—Que nadie sepa que me has contado esto —le advirtió el comandante
al joven.
Entonces el comandante llamó a dos de sus oficiales y les dio la siguiente
orden: «Preparen a doscientos soldados para que vayan a Cesarea esta
noche a las nueve. Lleven también doscientos lanceros y setenta hombres a
caballo. Denle caballos a Pablo para el viaje y llévenlo a salvo al gobernador
Félix». Después escribió la siguiente carta al gobernador:
«De Claudio Lisias. A su excelencia, el gobernador Félix. ¡Saludos!
»Unos judíos detuvieron a este hombre y estaban a punto de
matarlo cuando llegué con mis tropas. Luego me enteré de que él era
ciudadano romano, entonces lo trasladé a un lugar seguro. Después lo
llevé al Concilio Supremo judío para tratar de averiguar la razón de las
acusaciones en su contra. Pronto descubrí que el cargo tenía que ver
con su ley religiosa, nada que merezca prisión o muerte en absoluto;
pero cuando se me informó de un complot para matarlo, se lo envié a
usted de inmediato. Les he dicho a sus acusadores que presenten los
cargos ante usted».
Así que, esa noche, tal como se les había ordenado, los soldados llevaron
a Pablo tan lejos como Antípatris. A la mañana siguiente, ellos regresaron
a la fortaleza mientras que las tropas a caballo trasladaron a Pablo hasta
Cesarea. Cuando llegaron a Cesarea, lo presentaron ante el gobernador
Félix y le entregaron la carta. El gobernador la leyó y después le preguntó
a Pablo de qué provincia era.
—De Cilicia —contestó Pablo.
—Yo mismo oiré tu caso cuando lleguen los que te acusan —le dijo el
gobernador.
Luego el gobernador ordenó que lo pusieran en la prisión del cuartel
general de Herodes.
Cinco días después, Ananías, el sumo sacerdote, llegó con algunos de los
ancianos judíos y con el abogado Tértulo, para presentar su caso contra
Pablo ante el gobernador. Una vez que hicieron entrar a Pablo, Tértulo pre
sentó los cargos en su contra ante el gobernador con el siguiente discurso:
«Usted ha dado un largo período de paz a nosotros, los judíos y, con
previsión, nos ha promulgado reformas. Por todo esto, su excelencia, le
estamos muy agradecidos; pero no quiero aburrirlo, así que le ruego que
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