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L U C A S – H echos
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a ti, hipócrita corrupto! ¿Qué clase de juez eres si tú mismo infringes la ley
al ordenar que me golpeen así?».
Los que estaban cerca de Pablo, le dijeron:
—¿Te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios?
—Lo siento, hermanos. No me había dado cuenta de que él es el sumo
sacerdote —contestó Pablo—, porque las Escrituras dicen: “No hables
mal de ninguno de tus gobernantes”.
Pablo se dio cuenta de que algunos miembros del Concilio Supremo
eran saduceos y que otros eran fariseos, por lo tanto, gritó: «Hermanos,
¡yo soy fariseo, al igual que mis antepasados! ¡Y estoy en juicio porque mi
esperanza está en la resurrección de los muertos!».
Esto dividió al Concilio —puso a los fariseos contra los saduceos—,
porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíri
tus, pero los fariseos sí creen en todo esto. Así que hubo un gran alboroto.
Algunos de los maestros de la ley religiosa que eran fariseos se levantaron
de un salto y comenzaron a discutir enérgicamente. «Nosotros no en
contramos nada malo en él —gritaban—. Tal vez algún espíritu o ángel
le habló». Como el conflicto se tornó más violento, el comandante tenía
temor de que descuartizaran a Pablo. De modo que les ordenó a sus sol
dados que fueran a rescatarlo por la fuerza y lo regresaran a la fortaleza.
Esa noche el S eñor se le apareció a Pablo y le dijo: «Ten ánimo, Pablo.
Así como has sido mi testigo aquí en Jerusalén, también debes predicar la
Buena N
oticia en Roma».
A la mañana siguiente, un grupo de judíos se reunió y se comprometió me
diante un juramento a no comer ni beber hasta matar a Pablo. Eran más de
cuarenta los cómplices en la conspiración. Fueron a los sacerdotes princi
pales y a los ancianos y les dijeron: «Nos hemos comprometido mediante
un juramento a no comer nada hasta que hayamos matado a Pablo. Así que
ustedes y el Concilio Supremo deberían pedirle al comandante que lleve
otra vez a Pablo ante el Concilio. Aparenten que quieren examinar su caso
más a fondo. Nosotros lo mataremos en el camino».
Pero el sobrino de Pablo —el hijo de su hermana— se enteró del plan
y fue a la fortaleza y se lo contó a Pablo. Pablo mandó llamar a uno de los
oficiales romanos y le dijo: «Lleva a este joven al comandante; tiene algo
importante que decirle».
Entonces el oficial lo hizo y explicó: «El prisionero Pablo me llamó y me
pidió que le trajera a este joven porque tiene algo que decirle».
El comandante lo tomó de la mano, lo llevó a un lado y le preguntó:
—¿Qué es lo que quieres decirme?
El sobrino de Pablo le dijo:
—Unos judíos van a pedirle que usted lleve mañana a Pablo ante el
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