Inmersion Mesias - Flipbook - Página 116
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INMERSIÓN
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MESÍAS
20:17-38
pasar más tiempo en la provincia de Asia. Se apresuraba a llegar a Jeru
salén, de ser posible, para el Festival de Pentecostés. Cuando llegamos a
Mileto, Pablo envió un mensaje a los ancianos de la iglesia de Éfeso para
pedirles que vinieran a su encuentro.
Cuando llegaron, Pablo declaró: «Ustedes saben que desde el día que
pisé la provincia de Asia hasta ahora, he hecho el trabajo del S eñor con hu
mildad y con muchas lágrimas. He soportado las pruebas que me vinieron
como consecuencia de las conspiraciones de los judíos. Nunca me eché
para atrás a la hora de decirles lo que necesitaban oír, ya fuera en público
o en sus casas. He tenido un solo mensaje para los judíos y los griegos por
igual: la necesidad de arrepentirse del pecado, de volver a D
ios y de tener
fe en nuestro Señor Jesús.
»Ahora estoy obligado por el Espíritu a ir a Jerusalén. No sé lo que
me espera allí, solo que el E
spíritu Santo me dice en ciudad tras ciudad
que me esperan cárcel y sufrimiento; pero mi vida no vale nada para mí a
menos que la use para terminar la tarea que me asignó el S eñor Jesús, la
tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia
de Dios.
»Y ahora sé que ninguno de ustedes, a quienes les he predicado del
reino, volverá a verme. Declaro hoy que he sido fiel. Si alguien sufre la
muerte eterna, no será mi culpa, porque no me eché para atrás a la hora de
declarar todo lo que Dios quiere que ustedes sepan.
»Entonces cuídense a sí mismos y cuiden al pueblo de D
ios. Alimen
ten y pastoreen al rebaño de Dios —su iglesia, comprada con su propia
sangre— sobre quien el Espíritu Santo los ha designado líderes. Sé que,
después de mi salida, vendrán en medio de ustedes falsos maestros como
lobos rapaces y no perdonarán al rebaño. Incluso algunos hombres de su
propio grupo se levantarán y distorsionarán la verdad para poder juntar
seguidores. ¡Cuidado! Recuerden los tres años que pasé con ustedes —de
día y de noche mi constante atención y cuidado— así como mis muchas
lágrimas por cada uno de ustedes.
»Y ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, que tiene
poder para edificarlos y darles una herencia junto con todos los que él ha
consagrado para sí mismo.
»Yo nunca he codiciado la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes
saben que mis dos manos han trabajado para satisfacer mis propias nece
sidades e incluso las necesidades de los que estuvieron conmigo. Y he sido
un ejemplo constante de cómo pueden ayudar con trabajo y esfuerzo a los
que están en necesidad. Deben recordar las palabras del S eñor Jesús: “Hay
más bendición en dar que en recibir”».
Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con ellos. Todos
lloraban mientras lo abrazaban y le daban besos de despedida. Estaban
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