Inmersion Mesias - Flipbook - Página 115
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L U C A S – H echos
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aquí, pero ellos no han robado nada del templo ni tampoco han hablado
en contra de nuestra diosa.
»Si Demetrio y los artesanos tienen algún caso contra ellos, las cortes
están en sesión y los funcionarios pueden escuchar el caso de inmediato.
Dejen que ellos presenten cargos formales; y si hubiera quejas sobre otros
asuntos, podrían resolverse en una asamblea legal. Me temo que c orremos
peligro de que el gobierno romano nos acuse de generar disturbios, ya que
no hay razón para todo este alboroto; y si Roma exige una explicación, no
sabremos qué decir». Entonces los despidió y ellos se dispersaron.
Cuando se acabó el alboroto, Pablo mandó llamar a los creyentes y los
alentó. Después se despidió y viajó a Macedonia. Mientras estuvo allí,
animó a los creyentes en cada pueblo que atravesó. Luego descendió a
Grecia, donde se quedó tres meses. Se preparaba para regresar en barco a
Siria cuando descubrió que unos judíos tramaban una conspiración contra
su vida; entonces decidió regresar por Macedonia.
Varios hombres viajaban con él. Sus nombres eran Sópater, hijo de Pirro,
de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe; Timoteo;
también Tíquico y Trófimo, de la provincia de Asia. Ellos se adelantaron
y nos esperaron en Troas. Finalizada la Pascua, subimos a un barco en
Filipos de Macedonia y, cinco días después, nos reencontramos con ellos
en Troas, donde nos quedamos una semana.
El primer día de la semana, nos reunimos con los creyentes locales para
participar de la C
ena del Señor. Pablo les estaba predicando y, como iba a
viajar el día siguiente, siguió hablando hasta la medianoche. El cuarto de la
planta alta, donde nos reuníamos, estaba iluminado con muchas lámparas
que titilaban. Como Pablo hablaba y hablaba, a un joven llamado Eutico,
que estaba sentado en el borde de la ventana, le dio mucho sueño. Final
mente se quedó profundamente dormido y se cayó desde el tercer piso y
murió. Pablo bajó, se inclinó sobre él y lo tomó en sus brazos. «No se pre
ocupen —les dijo—, ¡está vivo!». Entonces todos regresaron al cuarto de
arriba, participaron de la C
ena del S eñor y comieron juntos. Pablo siguió
hablándoles hasta el amanecer y luego se fue. Mientras tanto, llevaron al
joven a su casa vivo y sano, y todos sintieron un gran alivio.
Pablo viajó por tierra hasta Asón, donde había arreglado que nos encon
tráramos con él, y nosotros viajamos por barco. Allí él se unió a nosotros,
y juntos navegamos a Mitilene. Al otro día, navegamos frente a la isla de
Quío. Al día siguiente, cruzamos hasta la isla de Samos y, un día después,
llegamos a Mileto.
Pablo había decidido navegar sin detenerse en Éfeso porque no quería
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