Inmersion Mesias - Flipbook - Página 110
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INMERSIÓN
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MESÍAS
17:8-25
son culpables de traición contra el César porque profesan lealtad a otro
rey, llamado J esús».
La gente de la ciudad y también los del concejo de la ciudad quedaron
totalmente confundidos por esas palabras. Así que los funcionarios obli
garon a Jasón y a los otros creyentes a pagar una fianza y luego los soltaron.
Esa misma noche, los creyentes enviaron a Pablo y a Silas a Berea. Cuando
llegaron allí, fueron a la sinagoga judía. Los de Berea tenían una menta
lidad más abierta que los de Tesalónica y escucharon con entusiasmo el
mensaje de Pablo. Día tras día examinaban las Escrituras para ver si Pablo
y Silas enseñaban la verdad. Como resultado, muchos judíos creyeron,
como también lo hicieron muchos griegos prominentes, tanto hombres
como mujeres.
Cuando unos judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo predicaba
la palabra de Dios en Berea, fueron allá y armaron un alboroto. Los creyen
tes enseguida tomaron medidas y enviaron a Pablo a la costa, mientras que
Silas y Timoteo permanecieron allí. Los que acompañaban a Pablo fueron
con él hasta Atenas; luego regresaron a Berea con instrucciones para Silas
y Timoteo de que se apresuraran a unirse a él.
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se indignó profundamente al ver
la gran cantidad de ídolos que había por toda la ciudad. Iba a la sinagoga
para razonar con los judíos y con los gentiles temerosos de D
ios y hablaba
a diario en la plaza pública con todos los que estuvieran allí.
También debatió con algunos filósofos epicúreos y estoicos. Cuando
les habló acerca de J esús y de su resurrección, ellos dijeron: «¿Qué trata
de decir este charlatán con esas ideas raras?». Otros decían: «Parece que
predica de unos dioses extranjeros».
Entonces lo llevaron al Concilio Supremo de la ciudad. «Ven y háblanos
sobre esta nueva enseñanza —dijeron—. Dices cosas bastante extrañas y
queremos saber de qué se trata». (Cabe explicar que todos los atenienses,
al igual que los extranjeros que están en Atenas, al parecer pasan todo el
tiempo discutiendo las ideas más recientes).
Entonces Pablo, de pie ante el Concilio, les dirigió las siguientes pala
bras: «
Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo
sentido, porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares
sagrados. Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: “A un Dios
Desconocido”. Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de
quien yo les hablo.
ȃl es el D
ios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. Ya que es el
Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos hechos por hombres,
y las manos humanas no pueden servirlo, porque él no tiene ninguna
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