Inmersion Mesias - Flipbook - Página 107
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L U C A S – H echos
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tiempo, y luego los creyentes los enviaron de regreso a la iglesia de Jerusa
lén con una bendición de paz. Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía.
Ellos y muchos otros enseñaban y predicaban la palabra del Señor en esa
ciudad.
Después de un tiempo Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar cada
una de las ciudades donde ya antes predicamos la palabra del S eñor para
ver cómo andan los nuevos creyentes». Bernabé estuvo de acuerdo y que
ría llevar con ellos a Juan Marcos; pero Pablo se opuso terminantemente ya
que Juan Marcos los había abandonado en Panfilia y no había continuado
con ellos en el trabajo. Su desacuerdo fue tan intenso que se separaron.
Bernabé tomó a Juan Marcos consigo y navegó hacia Chipre. Pablo escogió
a Silas y, al salir, los creyentes lo encomendaron al cuidado misericordioso
del Señor. Luego viajó por toda Siria y Cilicia, fortaleciendo a las iglesias.
Pablo fue primero a Derbe y luego a Listra, donde había un discípulo
joven llamado Timoteo. Su madre era una creyente judía, pero su padre
era griego. Los creyentes de Listra e Iconio tenían un buen concepto de
Timoteo, de modo que Pablo quiso que él los acompañara en el viaje. Por
respeto a los judíos de la región, dispuso que Timoteo se circuncidara
antes de salir, ya que todos sabían que su padre era griego. Luego fueron de
ciudad en ciudad enseñando a los creyentes a que siguieran las decisiones
tomadas por los apóstoles y los ancianos de Jerusalén.
Así que las iglesias se fortalecían en su fe y el número de creyentes crecía
cada día.
Luego, Pablo y Silas viajaron por la región de Frigia y Galacia, porque el
Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia
de Asia en ese tiempo. Luego, al llegar a los límites con Misia, se dirigieron
al norte, hacia la provincia de Bitinia, pero de nuevo el E
spíritu de J esús
no les permitió ir allí. Así que siguieron su viaje por Misia hasta el puerto
de Troas.
Esa noche Pablo tuvo una visión. Puesto de pie, un hombre de Mace
donia —al norte de Grecia— le rogaba: «¡Ven aquí a Macedonia y ayúda
nos!». Entonces decidimos salir de inmediato hacia Macedonia, después
de haber llegado a la conclusión de que Dios nos llamaba a predicar la
Buena Noticia allí.
Subimos a bordo de un barco en Troas, navegamos directo a la isla de Sa
motracia y, al día siguiente, desembarcamos en Neápolis. De allí llegamos
a Filipos, una ciudad principal de ese distrito de Macedonia y una colonia
romana. Y nos quedamos allí varios días.
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