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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2C | 17:17–18:10
De Benjamín había una tropa de doscientos mil soldados equipados con
arcos y escudos. Estaba al mando de Eliada, un soldado veterano. El
siguiente en mando era Jozabad, quien comandaba ciento ochenta mil
hombres armados.
Estas eran las tropas establecidas en Jerusalén al servicio del rey, además
de las que Josafat puso en las ciudades fortificadas en todo Judá.
Josafat disfrutó de muchas riquezas y de gran estima e hizo una alianza
con Acab, rey de I srael, al dar a su hijo en matrimonio a la hija de Acab.
Unos años más tarde fue a Samaria para visitar a Acab, quien preparó un
gran banquete para él y sus funcionarios. Mataron grandes cantidades de
ovejas, cabras y ganado para la fiesta. Después Acab persuadió a Josafat
para que se uniera a él para recuperar Ramot de Galaad.
—¿Irás conmigo contra Ramot de Galaad? —preguntó el rey Acab de
Israel al rey Josafat de Judá.
—¡Por supuesto! —contestó Josafat—. Tú y yo somos como uno solo,
y mis tropas son tus tropas. Ciertamente nos uniremos a ti en batalla.
Entonces agregó:
—Pero primero averigüemos qué dice el Señor.
Así que el rey de Israel convocó a los profetas, cuatrocientos en total,
y les preguntó:
—¿Debemos ir a pelear contra Ramot de Galaad, o debo desistir?
—¡Sí, adelante! —contestaron todos ellos—. Dios dará la victoria al rey.
Pero Josafat preguntó:
—¿Acaso no hay también un profeta del Señor aquí? Debemos hacerle
la misma pregunta.
El rey de Israel contestó a Josafat:
—Hay un hombre más que podría consultar al Señor por nosotros,
pero lo detesto. ¡Nunca me profetiza nada bueno, solo desgracias! Se llama
Micaías, hijo de Imla.
—¡Un rey no debería hablar de esa manera! —respondió Josafat—. Escuchemos lo que tenga que decir.
De modo que el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y le dijo:
—¡Rápido! Trae a Micaías, hijo de Imla.
El rey Acab de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras
reales, estaban sentados en sus respectivos tronos en el campo de trillar
que está cerca de la puerta de Samaria. Todos los profetas de Acab profetizaban allí, delante de ellos. Uno de los profetas llamado Sedequías, hijo
de Quenaana, hizo unos cuernos de hierro y proclamó:
—Esto dice el Señor: ¡Con estos cuernos cornearás a los arameos hasta
matarlos!