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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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de Israel para siempre? Sin embargo, Jeroboam, hijo de Nabat, un simple siervo de Salomón, hijo de D
avid, se rebeló contra su amo. Luego se
le unió toda una banda de sinvergüenzas, quienes desafiaron a Roboam,
hijo de Salomón, cuando todavía era joven y sin experiencia y no podía
hacerles frente.
»¿Realmente creen que pueden oponerse al reino del S eñor el cual es
dirigido por los descendientes de David? Puede que ustedes tengan un
enorme ejército, y tienen esos becerros de oro que Jeroboam les hizo como
dioses; pero han expulsado a los sacerdotes del Señor (los descendientes
de Aarón) y a los levitas, y han nombrado a sus propios sacerdotes, al igual
que las naciones paganas. ¡Hoy día ustedes permiten que cualquiera sea
sacerdote! Quienquiera que se presente para ser dedicado y traiga un be
cerro y siete carneros puede llegar a ser un sacerdote de esos así llamados
dioses de ustedes.
»Pero en cuanto a nosotros, el S eñor es nuestro D
ios, y no lo hemos
abandonado. Solo los descendientes de Aarón sirven al Señor como
sacerdotes, y solo los levitas pueden ayudarlos en su trabajo. Ellos presentan ofrendas quemadas e incienso aromático al S eñor cada mañana y
cada tarde. Colocan el pan de la Presencia en la mesa sagrada y encienden
cada noche el candelabro de oro. Nosotros seguimos las instrucciones del
Señor nuestro Dios, pero ustedes lo han abandonado. Así que como pueden ver, D
ios está con nosotros; él es nuestro líder. Sus sacerdotes tocan
las trompetas y nos dirigen en batalla contra ustedes. ¡Oh pueblo de I srael,
no luches contra el Señor, Dios de tus antepasados, porque no tendrás
éxito!».
Mientras tanto, Jeroboam había enviado en secreto una parte de su ejército para rodear por la retaguardia a los hombres de Judá y tenderles una
emboscada. Cuando los de Judá se dieron cuenta de que los estaban atacando por delante y por detrás, clamaron al S eñor por ayuda. Entonces
los sacerdotes tocaron las trompetas, y los hombres de Judá empezaron a
gritar. Al sonido de su grito de batalla, Dios derrotó a Jeroboam y a todo
Israel. Los derrotó de forma aplastante delante de Abías y del ejército de
Judá.
El ejército israelita huyó de Judá, y Dios lo entregó derrotado en sus
manos. Abías y su ejército les causaron grandes pérdidas; ese día murieron
quinientos mil soldados selectos de I srael. Así que Judá venció a I srael en
esa ocasión porque confió en el Señor, Dios de sus antepasados. Abías
y su ejército persiguieron a las tropas de Jeroboam y conquistaron algunas de sus ciudades, entre ellas Betel, Jesana y Efrón, junto con sus aldeas
vecinas.
De modo que Jeroboam de Israel nunca recuperó su poder mientras
vivió Abías, y finalmente el Señor lo hirió y murió. Mientras tanto, Abías