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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
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sea santo, un lugar donde mi nombre será honrado para siempre. Lo
vigilaré sin cesar, porque es muy preciado a mi corazón.
»En cuanto a ti, si me sigues fielmente como lo hizo tu padre David
y obedeces todos mis mandatos, decretos y ordenanzas, entonces
estableceré tu dinastía en el trono. Pues hice este pacto con tu padre
David cuando le dije: “Uno de tus descendientes siempre gobernará
a Israel”.
»Sin embargo, si tú o tus descendientes me abandonan y
desobedecen los decretos y los mandatos que les he dado, y sirven y
rinden culto a otros dioses, entonces desarraigaré al pueblo de la tierra
que le he dado. Rechazaré este templo que hice santo para honrar mi
nombre. Haré que sea objeto de burla y de ridículo entre las naciones;
y aunque ahora este templo sea imponente, todos los que pasen por
allí quedarán horrorizados. Preguntarán: “¿Por qué habrá hecho el
Señor cosas tan terribles a esta tierra y a este templo?”.
»Y la respuesta será: “Porque los israelitas abandonaron al Señor,
Dios de sus antepasados, quien los sacó de Egipto, y rindieron culto
a otros dioses y se inclinaron ante ellos. Por esa razón les envió tantas
calamidades”».
Salomón tardó veinte años en construir el templo del Señor y su propio
palacio real. Al cabo de ese tiempo, Salomón dirigió su atención a la reconstrucción de las ciudades que le había dado el rey Hiram y estableció
israelitas en ellas.
Salomón también luchó contra la ciudad de Hamat de Soba y la conquistó. Reconstruyó Tadmor, en el desierto, y construyó ciudades en la
región de Hamat como centros de almacenamiento. Fortificó las ciudades
de Bet-horón de arriba y Bet-horón de abajo, reconstruyó sus murallas e
instaló portones con rejas. También reconstruyó Baalat y otros centros
de almacenamiento y construyó ciudades para sus c arros de guerra y sus
caballos. Construyó todo lo que quiso en Jerusalén, en el Líbano y por
todo su reino.
En esa t ierra todavía había habitantes que no eran israelitas, entre los
cuales se encontraban hititas, a morreos, ferezeos, heveos y jebuseos.
Todos ellos eran descendientes de las naciones que el pueblo de I srael
no había destruido. Entonces Salomón los obligó a ser parte de sus trabajadores y hasta el día de hoy son trabajadores forzados; pero Salomón
no obligó a ningún israelita a ser parte de sus trabajadores, sino que los
puso a su servicio como soldados, oficiales en su ejército, y comandantes
y conductores de sus c arros de g uerra. El rey Salomón también designó
a doscientos cincuenta de ellos para que supervisaran a los trabajadores.