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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
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dificultades con las manos levantadas hacia este templo, oye entonces
desde el cielo donde vives, y perdona. Haz con tu pueblo según
merecen sus acciones, porque solo tú conoces el corazón de cada ser
humano. Entonces ellos te temerán y andarán en tus caminos mientras
vivan en la tierra que diste a nuestros antepasados.
»En el futuro, los extranjeros que no pertenezcan a tu pueblo
Israel oirán de ti. Vendrán de tierras lejanas cuando oigan de tu gran
nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo poderoso. Cuando ellos
oren en dirección a este templo, oye entonces desde el cielo donde
vives y concédeles lo que te pidan. De esa forma, todos los habitantes
de la tierra llegarán a conocerte y a temerte, igual que tu pueblo
Israel. También sabrán que este templo que he construido honra tu
nombre.
»Si tu pueblo sale a donde tú lo envías a luchar contra sus enemigos,
y si ora a ti en dirección a esta ciudad que has escogido y hacia este
templo que yo he construido para honrar tu nombre, oye entonces
desde el cielo sus oraciones y defiende su causa.
»Si ellos pecan contra ti (¿y quién nunca ha pecado?), tal vez
te enojes con ellos y permitas que sus enemigos los conquisten y
los lleven cautivos a una tierra extranjera, ya sea cerca o lejos. Sin
embargo, tal vez en esa tierra, donde estén desterrados, se vuelvan a
ti arrepentidos y oren así: “Hemos pecado, hemos hecho lo malo y
hemos actuado de manera perversa”. Si ellos se vuelven a ti con todo el
corazón y con toda el alma en la tierra en la que estén cautivos, y oran
en dirección a la tierra que diste a sus antepasados —hacia esta ciudad
que escogiste y hacia este templo que he construido para honrar tu
nombre—, oye entonces sus oraciones y sus peticiones desde el cielo
donde vives, y defiende su causa. Perdona a tu pueblo que ha pecado
contra ti.
»Oh Dios mío, que tus ojos estén abiertos y tus oídos atentos a
todas las oraciones que se eleven a ti en este lugar.
»Ahora levántate, oh Señor Dios, y entra en tu lugar de descanso,
junto con el arca, símbolo de tu poder.
Que tus sacerdotes, oh Señor Dios, se vistan de salvación;
que tus leales servidores se alegren en tu bondad.
Oh Señor Dios, no rechaces al rey que has ungido.
Recuerda tu amor inagotable hacia tu siervo David».
Cuando Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo que consumió
los sacrificios y las ofrendas quemadas, y la gloriosa presencia del S eñor
llenó el templo. Los sacerdotes no podían entrar en el templo del S eñor
porque la gloriosa presencia del Señor lo llenaba. Cuando todos los