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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
1C | 19:11–20:5
retaguardia, eligió a algunas de las tropas selectas israelitas y las puso bajo
su propio mando para luchar contra los arameos a campo abierto. Dejó al
resto del ejército bajo el mando de su hermano Abisai, quien atacaría a los
amonitas. «Si los arameos son demasiado fuertes para mí, entonces ven en
mi ayuda —le dijo Joab a su hermano—. Si los amonitas son demasiado
fuertes para ti, te ayudaré. ¡Sé valiente! Luchemos con valor por nuestro
pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que se haga la voluntad del
Señor».
Cuando Joab y sus tropas atacaron, los arameos comenzaron a huir. Al
ver que los arameos corrían, los amonitas también huyeron de Abisai y
retrocedieron a la ciudad. Así que Joab regresó a Jerusalén.
Al darse cuenta los arameos de que no podían contra Israel, enviaron
mensajeros para pedir tropas adicionales arameas del otro lado del río Éufrates. Estas tropas estaban bajo el mando de Sobac, el comandante de las
fuerzas de Hadad-ezer.
Cuando David oyó lo que sucedía, movilizó a todo Israel, cruzó el río
Jordán y puso a sus hombres en formación de batalla. Luego entró en
combate con los arameos y ellos lucharon contra él; pero nuevamente los
arameos huyeron de los israelitas. Esta vez las fuerzas de D
avid mataron
a siete mil conductores de carros de guerra y a cuarenta mil soldados de
infantería, entre estos a Sobac, el comandante del ejército. Cuando los
aliados de Hadad-ezer vieron que Israel los había derrotado, se rindieron
a David y se convirtieron en sus súbditos. Después de esto, los arameos
nunca más quisieron ayudar a los amonitas.
En la primavera, cuando los reyes suelen salir a la g uerra, Joab dirigió al
ejército en una serie de ataques exitosos contra la tierra de los amonitas.
Durante esas operaciones sitió la ciudad de Rabá, la atacó y la destruyó.
Sin embargo, D
avid se quedó en Jerusalén.
Entonces David fue a Rabá y quitó la corona de la cabeza del rey y la
colocaron sobre la de él. La corona estaba hecha de oro con gemas incrustadas y David descubrió que pesaba treinta y cuatro kilos. Además, David
se llevó un enorme botín de la ciudad. También hizo esclavos a los habitantes de Rabá y los forzó a trabajar con s ierras, picos y hachas de hierro.
Así trató David a la gente de todas las ciudades amonitas. Luego David
regresó a Jerusalén con todo el ejército.
Después de esto se desató la guerra contra los filisteos de Gezer. Mientras
peleaban, Sibecai de Husa mató a Saf, un descendiente de los gigantes, y
así fueron sometidos los filisteos.
Durante otra batalla contra los filisteos, Elhanán, hijo de Jair, mató a