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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
9:1-15
Era el primer año del reinado de Darío, el medo, hijo de Asuero, quien
llegó a ser rey de los babilonios. Durante el primer año de su reinado, yo,
Daniel, al estudiar la palabra del Señor, según fue revelada al profeta Jeremías, aprendí que Jerusalén debía quedar en desolación durante setenta
años. Así que dirigí mis ruegos al S eñor Dios, en oración y ayuno. También
me puse ropa de tela áspera y arrojé cenizas sobre mi cabeza.
Oré al S eñor mi D
ios y le confesé:
«¡Oh Señor, tú eres un Dios grande y temible! Siempre cumples
tu pacto y tus promesas de amor inagotable con los que te aman y
obedecen tus mandatos; pero hemos pecado y hemos hecho lo malo.
Nos hemos rebelado contra ti y hemos despreciado tus mandatos y
ordenanzas. Nos hemos rehusado a escuchar a tus siervos, los profetas,
quienes hablaron bajo tu autoridad a nuestros reyes, príncipes,
antepasados y a todo el pueblo de la tierra.
»Señor, tú tienes la razón; pero como ves, tenemos el rostro
cubierto de vergüenza. Esto nos sucede a todos, tanto a los que están
en Judá y en Jerusalén, como a todo el pueblo de Israel disperso en
lugares cercanos y lejanos, adondequiera que nos has mandado por
nuestra deslealtad a ti. Oh Señor, nosotros y nuestros reyes, príncipes
y antepasados estamos cubiertos de vergüenza porque hemos pecado
contra ti. Pero el Señor, nuestro Dios, es misericordioso y perdonador,
a pesar de habernos rebelado contra él. No hemos obedecido al
Señor nuestro Dios, porque no hemos seguido las instrucciones
que nos dio por medio de sus siervos, los profetas. Todo Israel ha
desobedecido tus instrucciones, te ha dado la espalda y ha rehusado
escuchar tu voz.
»Entonces ahora, a causa de nuestro pecado, se han derramado
sobre nosotros las maldiciones solemnes y los juicios escritos en la
ley de Moisés, siervo de Dios. Tú cumpliste tu palabra e hiciste con
nosotros y nuestros gobernantes tal como habías advertido. Nunca
hubo una calamidad tan grande como la que ocurrió en Jerusalén. Se
han cumplido todas las maldiciones de la ley de Moisés escritas contra
nosotros. Sin embargo, nos hemos rehusado a buscar la misericordia
del Señor nuestro Dios al no reconocer su verdad ni abandonar
nuestros pecados. Por lo tanto, el Señor nos ha enviado la calamidad
que había preparado. El Señor nuestro Dios tuvo razón en hacer
todas esas cosas, porque no lo obedecimos.
»Oh Señor nuestro Dios, al rescatar a tu pueblo de Egipto con
gran despliegue de poder, le diste honor perpetuo a tu nombre; pero