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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2:22–3:11
entrada a las habitaciones privadas del rey— se enojaron con el rey Jerjes
y conspiraron para asesinarlo; pero Mardoqueo se enteró del complot y le
pasó la información a la reina Ester. Entonces ella se lo contó al rey y le dio
el crédito a Mardoqueo por la noticia. Cuando se hizo la investigación y se
confirmó que lo que decía Mardoqueo era cierto, los dos hombres fueron
atravesados con un poste afilado. Todo el suceso quedó registrado en El
libro de la historia del reinado del rey Jerjes.
Tiempo después, el rey Jerjes ascendió a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, lo puso por encima de todos los demás nobles y lo convirtió en el
funcionario más poderoso del imperio. Todos los funcionarios del rey se
inclinaban ante Amán en señal de respeto cada vez que él pasaba porque
el rey lo había ordenado; pero Mardoqueo se negó a inclinarse ante él o a
rendirle homenaje.
Entonces los funcionarios del palacio que estaban a la puerta del rey le
preguntaron a Mardoqueo: «¿Por qué desobedeces la orden del rey?».
Todos los días le hablaban de lo mismo, pero aun así él se negaba a cumplir la orden. Entonces le informaron a Amán para saber si él toleraría
la conducta de Mardoqueo, ya que Mardoqueo les había dicho que era
judío.
Cuando Amán vio que Mardoqueo no se inclinaba ante él ni le rendía
homenaje, se llenó de furia. Como se había enterado de la nacionalidad de
Mardoqueo, decidió que no bastaba con matar solamente a él. Entonces,
buscó la forma de destruir a todos los judíos a lo largo y ancho del imperio
de Jerjes.
Así que, en el mes de abril, durante el año doce del reinado de Jerjes,
echaron el plan a suertes en presencia de Amán (las suertes se llamaban
purim) a fin de determinar cuál era el mejor día y mes para llevar a cabo el
plan. Se escogió el día 7 de marzo, casi un año después.
Luego Amán se acercó al rey Jerjes y le dijo: «Hay cierta raza dispersada
por todas las provincias del imperio que se mantiene aislada de todas las
demás. Tienen leyes diferentes de los demás pueblos y se niegan a obedecer las leyes del rey. Por lo tanto, no conviene a los intereses del rey que ese
pueblo siga con vida. Si al rey le agrada, emita un decreto para destruirlos,
y yo donaré diez mil bolsas grandes de plata a los administradores del
imperio para que los depositen en la tesorería del reino».
El rey estuvo de acuerdo y, para confirmar su decisión, se quitó del dedo
el anillo con su sello oficial y se lo entregó a Amán, hijo de Hamedata el
agagueo, el enemigo de los judíos. El rey dijo: «Tanto el dinero como
el pueblo son tuyos para que hagas con ellos lo que mejor te parezca».