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CRÓNICAS–ESDRAS–NEHEMÍAS
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de Efraín hacia la puerta de la Ciudad Antigua, pasamos la puerta del
Pescado y la torre de Hananeel, hasta la t orre de los Cien. Luego seguimos
hacia la puerta de las Ovejas y nos detuvimos a la altura de la puerta de
la Guardia.
Luego los dos coros que daban acción de gracias siguieron hacia el templo de D
ios y allí tomaron sus lugares. Lo mismo hice yo, junto con el
grupo de jefes que estaba conmigo. Íbamos con los sacerdotes que tocaban
las trompetas —Eliacim, Maaseías, Miniamín, Micaías, Elioenai, Zacarías
y Hananías— y con los cantores —Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer—; tocaban y cantaban a toda voz bajo la
dirección de Izrahías, el director del coro.
Se ofrecieron muchos sacrificios durante aquel día de gozo porque Dios
había dado al pueblo razón de alegrarse. También las mujeres y los niños
participaron en la celebración, y la alegría del pueblo de Jerusalén podía
oírse a gran distancia.
Ese día se designaron hombres para que se encargaran de los depósitos para las ofrendas, la primera parte de la cosecha y los diezmos. Eran
responsables de recolectar de los campos fuera de las ciudades las porciones especificadas por la ley para los sacerdotes y los levitas. Pues todo el
pueblo de Judá se complacía en los sacerdotes y los levitas y en el trabajo
que prestaban. Ellos, junto con los cantores y los porteros, llevaban a cabo
el servicio para su D
ios y el servicio de purificación, como lo habían ordenado David y su hijo Salomón. La costumbre de tener directores para
dirigir los coros al entonar himnos de alabanza y de acción de gracias a
Dios comenzó mucho tiempo antes, en los días de David y Asaf. De modo
que ahora, en los días de Zorobabel y de Nehemías, todo I srael llevaba una
provisión diaria de comida para los cantores, los porteros y los levitas. Los
levitas, a su vez, daban a los sacerdotes —los descendientes de Aarón—
parte de lo que ellos recibían.
Ese mismo día, mientras se leía al pueblo el libro de M
oisés, se encontró
el pasaje que dice que jamás se debe admitir a un amonita o a un moabita
en la asamblea de Dios, porque ellos se habían negado a darles comida y
agua a los israelitas en el desierto. Por el contrario, contrataron a Balaam
para que los maldijera, aunque nuestro D
ios convirtió la maldición en bendición. Cuando se leyó este pasaje de la ley, inmediatamente se excluyó de
la asamblea a todos los que tenían ascendencia extranjera.
Antes de esto, el sacerdote Eliasib, quien había sido designado para supervisar los depósitos del templo de nuestro Dios y quien también era
pariente de Tobías, había rediseñado un gran depósito y lo había puesto
a disposición de Tobías. Anteriormente usaban el cuarto para almacenar
ofrendas de grano, incienso, diversos utensilios para el templo, diezmos