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CRÓNICAS–ESDRAS–NEHEMÍAS
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cerca de Jerusalén. El resto de la gente regresó a sus respectivas
ciudades por todo el territorio de Israel.
En octubre, cuando los israelitas ya se habían establecido en sus ciudades,
todo el pueblo se reunió con un mismo propósito en la plaza, justo dentro
de la puerta del Agua. Le pidieron al escriba Esdras que sacara el libro de la
ley de Moisés, la cual el S eñor había dado a I srael para que la obedeciera.
Así que el 8 de octubre el sacerdote Esdras llevó el libro de la ley ante
la asamblea, que incluía a los hombres y a las mujeres y a todos los niños
con edad suficiente para entender. Se puso frente a la plaza, justo dentro
de la entrada de la puerta del Agua, desde temprano por la mañana hasta
el mediodía y leyó en voz alta a todos los que podían entender. Todo el
pueblo escuchó atentamente la lectura del libro de la ley.
El escriba Esdras estaba de pie sobre una plataforma de madera que se
había construido para la ocasión. A su derecha se encontraban Matatías,
Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maaseías. A su izquierda estaban Pedaías,
Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Esdras estaba
de pie en la plataforma a plena vista de todo el pueblo. Cuando vieron que
abría el libro, se pusieron todos de pie.
Entonces Esdras alabó al S eñor, el gran D
ios, y todo el pueblo, con las
manos levantadas, exclamó: «¡Amén! ¡Amén!». Luego se inclinaron y,
con el rostro en tierra, adoraron al Señor.
Entonces los levitas —Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maaseías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaías— instruyeron al
pueblo en la ley mientras todos permanecían en sus lugares. Leían del libro
de la ley de Dios y explicaban con claridad el significado de lo que se leía,
así ayudaban al pueblo a comprender cada pasaje.
Luego Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los
levitas que interpretaban para el pueblo dijeron: «¡No se lamenten ni lloren en un día como este! Pues hoy es un día sagrado delante del Señor
su Dios». Pues todo el pueblo había estado llorando mientras escuchaba
las palabras de la ley.
Nehemías continuó diciendo: «Vayan y festejen con un banquete de
deliciosos alimentos y bebidas dulces, y regalen porciones de comida a los
que no tienen nada preparado. Este es un día sagrado delante de nuestro
Señor. ¡No se desalienten ni entristezcan, porque el gozo del Señor es su
fuerza!».
También los levitas clamaban al pueblo y decían: «¡Cállense! ¡No lloren! Pues este es un día sagrado». Así que el pueblo se fue a comer y a