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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
5:9-19
—Estamos haciendo todo lo posible para rescatar a nuestros parientes
judíos que han tenido que venderse a extranjeros paganos, pero ahora son
ustedes los que los someten a esclavitud. ¿Cuántas veces tendremos que
redimirlos?
Ellos no tenían nada que argumentar en su defensa. Entonces insistí:
—¡No está bien lo que ustedes hacen! ¿Acaso no deberían andar en el
temor de nuestro D
ios para evitar que nos pongan en ridículo las naciones
enemigas? Yo mismo, al igual que mis hermanos y mis trabajadores, he estado prestando dinero y grano al pueblo, pero ahora dejemos de cobrarles
intereses. Devuélvanles hoy mismo sus campos y viñedos, sus olivares y
sus casas. Además devuelvan los intereses que cobraron cuando prestaron
dinero, grano, vino nuevo y aceite de oliva.
Entonces ellos respondieron:
—Devolveremos todo y no le exigiremos nada al pueblo; haremos
como tú dices.
Luego llamé a los sacerdotes e hice que los nobles y los funcionarios
juraran que cumplirían su promesa.
Sacudí los dobleces de mi manto y les dije:
—¡Si no cumplen su promesa, que así los sacuda D
ios de sus casas y de
sus propiedades!
Entonces toda la asamblea respondió:
—¡Amén!
Todos alabaron al S eñor y cumplieron con lo prometido.
Durante los doce años en los que fui gobernador de Judá —desde el año
veinte hasta el año treinta y dos del reinado del rey Artajerjes— ni yo ni
mis funcionarios reclamamos la ración de comida que nos correspondía.
Los gobernadores anteriores, por contraste, impusieron pesadas cargas al
pueblo, al exigir una ración diaria de comida y vino, además de cuarenta
piezas de plata. Hasta sus ayudantes se aprovechaban del pueblo. Sin embargo, como yo temía a D
ios, no actué de esa manera.
También me dediqué a trabajar en la muralla y me negué a adquirir
tierras. Además, exigí a todos mis sirvientes que dedicaran tiempo a trabajar
en la muralla. No pedí nada, aunque con frecuencia daba de comer a ciento
cincuenta funcionarios judíos en mi mesa, ¡sin contar a todos los visitantes
de otras tierras! Las provisiones que yo pagaba todos los días incluían: un
buey, seis ovejas o cabras selectas y una gran cantidad de carne de ave. Además, cada diez días necesitábamos una abundante provisión de toda clase
de vino. Sin embargo, rehusé exigir la ración que me c orrespondía como
gobernador porque el pueblo ya tenía una carga pesada.
Oh Dios mío, acuérdate de todo lo que he hecho por este pueblo
y bendíceme.