Inmersion Cronicas NTV - Flipbook - Page 140
4:15–5:8
CRÓNICAS–ESDRAS–NEHEMÍAS
129
quien es grande y glorioso, y luchen por sus hermanos, sus hijos, sus hijas,
sus esposas y sus casas!».
Cuando nuestros enemigos se enteraron de que conocíamos sus planes
y que D
ios mismo los había frustrado, todos volvimos a nuestro trabajo en
la muralla. Sin embargo, de ahí en adelante, solo la mitad de los hombres
trabajaba mientras que la otra mitad hacía guardia con lanzas, escudos,
arcos y cotas de malla. Los líderes se colocaron detrás del pueblo de Judá
que edificaba la muralla. Los obreros seguían con el trabajo, sosteniendo
con una mano la carga y con la otra un arma. Todos los que construían
tenían una espada asegurada a su costado. El que tocaba la trompeta quedó
conmigo para tocar alarma.
Entonces les expliqué a los nobles, a los oficiales y a todo el pueblo lo siguiente: «La obra es muy extensa, y nos encontramos muy separados unos
de otros a lo largo de la muralla. Cuando oigan el sonido de la trompeta,
corran hacia el lugar donde esta suene. ¡Entonces nuestro Dios peleará
por nosotros!».
Trabajábamos desde temprano hasta tarde, desde la salida hasta la puesta
del sol; y la mitad de los hombres estaba siempre de guardia. También les
dije a todos los que vivían fuera de las murallas que se quedaran en Jerusalén. De esa manera ellos y sus sirvientes podían colaborar con los turnos
de guardia de noche y trabajar durante el día. Durante ese tiempo, ninguno
de nosotros —ni yo, ni mis parientes, ni mis sirvientes, ni los guardias que
estaban conmigo— nos quitamos la ropa. En todo momento portábamos
nuestras armas, incluso cuando íbamos por agua.
En esos días, algunos de los hombres y sus esposas elevaron una protesta
contra sus hermanos judíos. Decían: «Nuestras familias son tan numerosas que necesitamos más comida para sobrevivir».
Otros decían: «Hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas
para conseguir comida durante el hambre».
Otros más decían: «Para poder pagar los impuestos, tuvimos que pedir
dinero prestado dando nuestros campos y viñedos como garantía. Pertenecemos a la misma familia de los que son ricos, y nuestros hijos son
iguales a los de ellos. Sin embargo, tenemos que vender nuestros hijos
como esclavos solo para conseguir lo necesario para vivir. Ya hemos vendido a algunas de nuestras hijas, y no hay nada que podamos hacer, porque
nuestros campos y viñedos ya están hipotecados a otros».
Cuando oí sus quejas me enojé muchísimo. Después de pensarlo bien,
denuncié a esos nobles y a los funcionarios y les dije: «¡Ustedes perjudican
a sus propios parientes al cobrar intereses cuando les piden dinero prestado!». Entonces convoqué a una reunión pública para tratar el problema.
En la reunión les dije: