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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
3:31–4:14
Berequías, reconstruyó la muralla frente a donde vivía. Malquías, uno de
los orfebres, reparó la muralla hasta las viviendas para los sirvientes del
templo y los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección. Luego él
siguió hasta la habitación de la planta alta de la esquina. Los otros orfebres y comerciantes repararon la muralla desde esa esquina hasta la puerta
de las Ovejas.
Cuando Sanbalat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla,
se enojó muchísimo. Se puso furioso y se burló de los judíos, diciendo ante
sus amigos y los oficiales del ejército de Samaria: «¿Qué cree que está haciendo este pobre y debilucho grupo de judíos? ¿Acaso creen que pueden
construir la muralla en un día por tan solo ofrecer unos cuantos sacrificios?
¿Realmente creen que pueden hacer algo con piedras rescatadas de un
montón de escombros, y para colmo piedras calcinadas?».
Tobías, el amonita, que estaba a su lado, comentó: «¡Esa muralla se vendría abajo si tan siquiera un z orro caminara sobre ella!».
Entonces oré: «Escúchanos, D
ios nuestro, porque se burlan de nosotros.
¡Que sus burlas recaigan sobre sus propias cabezas, y que ellos mismos sean
llevados cautivos a una t ierra extraña! No pases por alto su culpa. No b orres
sus pecados, porque han provocado tu enojo delante de los que construyen
la muralla».
Por fin se completó la muralla alrededor de toda la ciudad hasta la mitad
de su altura, porque el pueblo había trabajado con entusiasmo.
Sin embargo, cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdodeos se enteraron de que la obra progresaba y que se estaban reparando
las brechas en la muralla de Jerusalén, se enfurecieron. Todos hicieron
planes para venir y luchar contra Jerusalén y causar confusión entre nosotros. Así que oramos a nuestro Dios y pusimos guardias en la ciudad día y
noche para protegernos.
Entonces el pueblo de Judá comenzó a quejarse: «Los trabajadores se
están cansando, y los escombros que quedan por sacar son demasiados.
Jamás podremos construir la muralla por nuestra cuenta».
Mientras tanto, nuestros enemigos decían: «Antes de que se den cuenta
de lo que está pasando, caeremos encima de ellos, los mataremos y detendremos el trabajo».
Los judíos que vivían cerca de los enemigos venían y nos decían una
y otra vez: «¡Llegarán de todos lados y nos atacarán!». De manera que
coloqué guardias armados detrás de las partes más bajas de la muralla, en
los lugares más descubiertos. Puse a la gente por familias para que hiciera
guardia con espadas, lanzas y arcos.
Luego, mientras revisaba la situación, reuní a los nobles y a los demás del
pueblo y les dije: «¡No le tengan miedo al enemigo! ¡Recuerden al Señor,