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CRÓNICAS–ESDRAS–NEHEMÍAS
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seguridad en este lugar santo. Nuestro Dios nos ha iluminado los
ojos y nos ha concedido un poco de alivio de nuestra esclavitud. Pues
éramos esclavos pero, en su amor inagotable, nuestro Dios no nos
abandonó en nuestra esclavitud. Por el contrario, hizo que los reyes de
Persia nos trataran favorablemente. Él nos dio nuevas fuerzas, para que
pudiéramos reconstruir el templo de nuestro Dios y reparar las ruinas.
Nos dio una muralla de protección en Judá y en Jerusalén.
»Ahora, Dios nuestro, ¿qué podemos decir después de semejantes
cosas? ¡Pues una vez más hemos abandonado tus mandatos! Tus
siervos, los profetas, nos advirtieron cuando dijeron: “La tierra en la
que están a punto de entrar y poseer está totalmente contaminada por
las prácticas detestables de los pueblos que la habitan. De un extremo
al otro, la tierra está llena de corrupción. ¡No permitan que sus hijas
se casen con los hijos de ellos! ¡No tomen a las hijas de ellos como
esposas para sus hijos! Jamás promuevan la paz y la prosperidad para
esas naciones. Si ustedes siguen estas instrucciones, serán fuertes y
disfrutarán de las buenas cosas que la tierra produce, y dejarán esta
prosperidad como herencia a sus hijos para siempre”.
»Ahora somos castigados por nuestra perversión y nuestra gran
culpa; pero en realidad, el castigo que recibimos es mucho menor
de lo que merecemos, porque tú, Dios nuestro, has permitido que
algunos de nosotros sobreviviéramos como un remanente. Sin
embargo, aun así, otra vez estamos quebrantando tus mandatos y nos
estamos casando con personas que cometen esos actos detestables.
¿Acaso no será suficiente tu enojo para destruirnos, para que ni aun
este pequeño remanente sobreviva? Oh Señor, Dios de Israel, tú
eres justo. Nos acercamos a ti con nuestra culpa, sin ser más que un
remanente que ha escapado, aunque en semejante condición ninguno
de nosotros puede estar en tu presencia».
Mientras Esdras oraba y hacía esa confesión llorando y postrado rostro
en tierra delante del templo de D
ios, una gran multitud de I srael —hombres, mujeres y niños— se congregó y lloró amargamente con él. Luego
Secanías, hijo de Jehiel, descendiente de Elam, le dijo a Esdras: «Hemos
sido infieles a nuestro D
ios, porque nos hemos casado con mujeres paganas de esta tierra; pero a pesar de esto, hay esperanza para I srael. Hagamos ahora un pacto con nuestro D
ios mediante el cual nos divorciaremos
de nuestras esposas paganas y las echaremos de aquí junto con sus hijos.
Seguiremos tu consejo y el de los demás que respetan los mandatos de
nuestro D
ios. Que se haga todo de acuerdo con la ley de D
ios. Levántate,
porque es tu deber decirnos cómo debemos proceder para arreglar esta
situación. Nosotros te respaldamos, por lo tanto, sé fuerte y actúa».