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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
5:11–6:5
exigimos sus nombres para poder comunicarle a usted quiénes eran
esos líderes.
»Ellos dieron la siguiente respuesta: “Nosotros somos siervos del
Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo el templo que,
hace muchos años, edificó aquí un gran rey de Israel. No obstante,
debido a que nuestros antepasados hicieron enojar al Dios del cielo,
él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien
destruyó el templo y desterró al pueblo a Babilonia. Sin embargo,
el rey Ciro, de Babilonia, en el primer año de su reinado, emitió un
decreto que ordenaba reconstruir el templo de Dios. El rey Ciro
devolvió las copas de oro y de plata que Nabucodonosor había
tomado del templo de Dios en Jerusalén y había colocado en el
templo de Babilonia. Esas copas fueron retiradas de ese templo y
entregadas a un hombre llamado Sesbasar, a quien el rey Ciro había
designado gobernador de Judá. El rey le indicó que devolviera las
copas a su lugar en Jerusalén y reconstruyera el templo de Dios en
su sitio original. Así que ese tal Sesbasar llegó y echó los cimientos
del templo de Dios en Jerusalén. Desde entonces, la gente ha estado
trabajando en la reconstrucción, pero aún no está terminado”.
»Por lo tanto, si al rey le place, solicitamos que se haga una
investigación en los archivos reales de Babilonia, a fin de descubrir
si es verdad que el rey Ciro emitió un decreto para la reconstrucción
del templo de Dios en Jerusalén; y luego, que el rey nos haga saber su
decisión sobre este asunto».
Entonces el rey Darío dio órdenes para que se investigara en los archivos
de Babilonia, los cuales estaban guardados en la tesorería. Sin embargo, fue
en la fortaleza de Ecbatana, en la provincia de Media, donde se encontró
un rollo que decía lo siguiente:
«Memorando:
»En el primer año del reinado del rey Ciro, se emitió un decreto en
relación con el templo de Dios en Jerusalén.
»Que se reconstruya el templo con los cimientos originales en el
sitio donde los judíos solían ofrecer sus sacrificios. Su altura será de
veintisiete metros, y su anchura será de veintisiete metros. A cada tres
hileras de piedras especialmente preparadas, se les pondrá encima una
capa de madera. Todos los gastos correrán por cuenta de la tesorería
real. Además, las copas de oro y de plata que Nabucodonosor tomó
del templo de Dios en Jerusalén y llevó a Babilonia serán devueltas a
Jerusalén y colocadas nuevamente en el lugar que corresponden. Que
sean devueltas al templo de Dios».