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CRÓNICAS–ESDRAS–NEHEMÍAS
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primavera, en el segundo año después de la llegada a Jerusalén. La fuerza
laboral estaba formada por todos los que habían regresado del destierro,
entre ellos Zorobabel, hijo de Salatiel, Jesúa, hijo de Jehosadac, junto
con sus hermanos sacerdotes y todos los levitas. Pusieron al frente de
la reconstrucción del templo del S eñor a los levitas mayores de veinte
años de edad. Jesúa, sus hijos y parientes, junto con Cadmiel y sus hijos,
todos descendientes de Hodavías, supervisaron a los que trabajaban en el
templo de Dios. Para esta tarea contaron con la colaboración de los levitas
de la familia de Henadad.
Cuando los constructores terminaron los cimientos del templo del
Señor, los sacerdotes se pusieron sus mantos y tomaron su lugar para
tocar sus trompetas. Luego los levitas descendientes de Asaf hicieron
sonar sus címbalos para alabar al S eñor, tal como lo había establecido el
rey David. Con alabanza y agradecimiento entonaron el siguiente canto
al Señor:
«¡Él es tan bueno!
¡Su fiel amor por Israel permanece para siempre!».
Luego todo el pueblo dio un fuerte grito, alabando al Señor, porque se
habían echado los cimientos del templo del Señor.
Sin embargo, muchos de los sacerdotes, levitas y otros líderes de edad
avanzada que habían visto el primer templo lloraron en voz alta al ver los
cimientos del nuevo templo. Los demás, en cambio, gritaban de alegría.
Los gritos de alegría se mezclaron con el llanto y produjeron un clamor
que podía oírse a gran distancia.
Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín oyeron que los desterrados
estaban reconstruyendo un templo al S eñor, D
ios de Israel, fueron a ver
a Zorobabel y a los otros líderes, y les dijeron:
—Déjennos participar en la construcción junto con ustedes, porque
nosotros también adoramos a su D
ios. Le venimos haciendo sacrificios
desde que el rey Esar-hadón, de Asiria, nos trajo a estas tierras.
Zorobabel, Jesúa y los otros líderes de Israel respondieron:
—De ninguna manera pueden tomar parte en esta obra. Nosotros solos
construiremos el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como nos ordenó Ciro, rey de Persia.
Entonces los habitantes del lugar intentaron desalentar e intimidar al
pueblo de Judá para impedirle que siguiera trabajando. Sobornaron a algunos funcionarios para que actuaran en contra de ellos y frustraran sus
planes. Esta situación continuó durante todo el reinado de Ciro, rey de
Persia, y duró hasta que Darío subió al trono de Persia.