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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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Amón tenía veintidós años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén dos
años. Él hizo lo malo a los ojos del Señor, así como su padre Manasés.
Rindió culto y ofreció sacrificios a todos los ídolos que su padre había
hecho; pero a diferencia de su padre, no se humilló ante el S eñor, sino
que Amón pecó aún más.
Tiempo después, los propios funcionarios de Amón conspiraron contra
él y lo asesinaron en su palacio; pero los habitantes del reino mataron a
todos los que habían conspirado contra el rey Amón y luego proclamaron
rey a su hijo Josías.
Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y
un años. Hizo lo que era agradable a los ojos del Señor y siguió el ejemplo
de su antepasado D
avid; no se apartó de lo que era correcto.
Durante el octavo año de su reinado, siendo aún joven, Josías comenzó a
buscar al D
ios de su antepasado D
avid. Luego, en el año doce, empezó a
purificar a Judá y a Jerusalén, destruyendo todos los santuarios paganos,
los postes dedicados a la diosa Asera, los ídolos tallados y las imágenes
fundidas. Ordenó que demolieran los altares de Baal y que derribaran los
altares del incienso que había encima. También se aseguró de que despedazaran los postes dedicados a la diosa Asera, los ídolos tallados y las
imágenes fundidas, y que los pedazos fueran esparcidos sobre las tumbas
de aquellos que les habían ofrecido sacrificios. Quemó los huesos de los
sacerdotes paganos sobre sus propios altares, y de esta manera purificó a
Judá y a Jerusalén.
Hizo lo mismo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón e incluso
hasta tan lejos como Neftalí, y en las regiones que las rodean. Destruyó los
altares paganos y los postes dedicados a la diosa Asera, y redujo los ídolos
a polvo. Derribó todos los altares del incienso en toda la tierra de I srael y,
finalmente, volvió a Jerusalén.
En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el
templo, Josías encargó a Safán, hijo de Azalía, a Maaseías, el gobernador
de Jerusalén y a Joa, hijo de Joacaz, el historiador real, para que repararan
el templo del S eñor su D
ios. Estos hombres le dieron al sumo sacerdote
Hilcías el dinero que habían recaudado los levitas que servían como porteros en el templo de Dios. Las ofrendas las traían la gente de Manasés, de
Efraín y los que quedaban de Israel; al igual que la gente de todo Judá, de
Benjamín y de Jerusalén.