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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2C | 32:13-26
Él ordenó a Judá y a Jerusalén que se adorara solamente en el altar del
templo y que se ofreciera sacrificios únicamente sobre él.
»”¡De seguro ustedes se han dado cuenta de lo que yo y los otros
reyes de Asiria antes de mí hemos hecho a todos los pueblos de la
tierra! ¿Pudieron acaso los dioses de esas naciones librar a sus pueblos
de mi poder? ¿Cuál de sus dioses fue capaz de librar a su pueblo del
poder destructor de mis antecesores? ¿Qué les hace pensar que su
Dios puede librarlos de mí? ¡No dejen que Ezequías los engañe! ¡No
permitan que se burle así de ustedes! Lo vuelvo a repetir: ningún dios
de ninguna nación o reino jamás ha sido capaz de librar a su pueblo
de mí o de mis antepasados. ¡Mucho menos podrá su Dios librarlos a
ustedes de mi poder!”».
Los oficiales de Senaquerib siguieron burlándose del Señor Dios y de
su siervo Ezequías, amontonando insulto sobre insulto. El rey también
envió cartas en las que menospreciaba al S eñor, D
ios de I srael. Escribió:
«Así como los dioses de todas las demás naciones fueron incapaces de
librar a sus pueblos de mi poder, el Dios de Ezequías tampoco será capaz
de librar a su pueblo». Los oficiales asirios que entregaron las cartas gritaron esto en hebreo a las personas que se habían juntado en la muralla
de la ciudad, con el fin de atemorizarlas para que luego les fuera más fácil
conquistar la ciudad. Estos oficiales hablaban del Dios de Jerusalén como
si fuera uno de los dioses paganos hechos por manos humanas.
Entonces el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amoz, clamaron en
oración al Dios del cielo. Entonces el Señor envió a un ángel que destruyó
al ejército asirio junto con todos sus comandantes y oficiales. Senaquerib
se vio obligado a regresar a su propia tierra avergonzado; y cuando entró
al templo de su dios, algunos de sus propios hijos lo mataron allí mismo
a espada.
Así es como el S eñor libró a Ezequías y al pueblo de Jerusalén del rey
Senaquerib de Asiria y de todos los demás que los amenazaban. Entonces
hubo paz por todo el país. A partir de entonces el rey Ezequías fue muy respetado entre las naciones vecinas, y llegaron a Jerusalén muchos obsequios
para el Señor junto con valiosos regalos para el rey Ezequías.
Por ese tiempo Ezequías se enfermó gravemente. Así que oró al Señor,
quien lo sanó y le dio una señal milagrosa; pero Ezequías no respondió de
manera adecuada a la bondad que le había sido mostrada y se volvió orgulloso. Por eso el enojo del S eñor vino contra él y contra Judá y Jerusalén.
Entonces Ezequías se humilló y se arrepintió de su soberbia, junto con el
pueblo de Jerusalén. De modo que el enojo del Señor no cayó sobre ellos
durante la vida de Ezequías.