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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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En cuanto a los sacerdotes, los descendientes de Aarón, que vivían en
las aldeas sin murallas alrededor de las ciudades, algunos hombres fueron
designados por nombre para que distribuyeran raciones a todos los varones entre los sacerdotes y a todos los levitas anotados en los registros
genealógicos.
De esta manera, el rey Ezequías manejó la distribución en todo Judá, haciendo lo agradable y bueno a los ojos del S eñor su D
ios. En todo lo que
hizo para el servicio del templo de Dios y en sus esfuerzos por seguir las
leyes y los mandatos de Dios, Ezequías buscó a su Dios de todo corazón;
y como resultado, tuvo mucho éxito.
Después de que Ezequías llevó a cabo fielmente este trabajo, Senaquerib,
rey de Asiria, invadió Judá. Sitió las ciudades fortificadas y dio órdenes a su
ejército para que penetraran las murallas. Cuando Ezequías se dio cuenta
de que Senaquerib también pensaba atacar Jerusalén, consultó con sus
funcionarios y consejeros militares, y decidieron bloquear los manantiales
fuera de la ciudad. Organizaron una gran cuadrilla de trabajadores para
cegar los manantiales, como consecuencia se cortó el arroyo que corría
por los campos, porque dijeron: «¿Por qué han de venir aquí los reyes de
Asiria y encontrar abundancia de agua?».
Luego Ezequías se esforzó en reparar todas las secciones caídas de la muralla, erigió torres y construyó una segunda muralla exterior a la primera.
También reforzó los terraplenes en la Ciudad de David y fabricó grandes
cantidades de armas y escudos. Designó oficiales militares con mando
sobre los habitantes y los reunió delante de él en la plaza junto a la puerta
de la ciudad. Luego Ezequías les dio ánimo diciendo: «¡Sean fuertes y valientes! No tengan miedo ni se desalienten por causa del rey de Asiria o de
su poderoso ejército, ¡porque hay un poder mucho más grande de nuestro
lado! El rey podrá tener un gran ejército, pero no son más que hombres.
¡Con nosotros está el S eñor nuestro D
ios para ayudarnos y para pelear
nuestras batallas por nosotros!». Las palabras de Ezequías alentaron en
gran manera a la gente.
Mientras el rey Senaquerib de Asiria aún sitiaba la ciudad de Laquis,
envió a sus oficiales a Jerusalén con el siguiente mensaje para Ezequías y
para toda la gente en la ciudad:
«Esto dice el rey Senaquerib de Asiria: “¿En qué confían ustedes
que les hace pensar que podrán sobrevivir mi sitio de Jerusalén?
Ezequías ha dicho: ‘El Señor nuestro Dios nos librará del rey de
Asiria’. ¡Ezequías los está engañando y los está condenando a morir
de hambre y de sed! ¿Acaso no se dan cuenta de que fue el mismo
Ezequías quien destruyó todos los santuarios y altares del Señor?