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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2C | 29:11-24
S eñor, Dios de I srael, para que su ira feroz se aparte de nosotros. H
ijos
míos, ¡no descuiden más sus responsabilidades! El Señor los ha elegido
para que estén en su presencia, le sirvan, dirijan al pueblo en la adoración
y presenten a él sus ofrendas».
Enseguida los siguientes levitas pusieron manos a la obra:
del clan de Coat: Mahat, hijo de Amasai y Joel, hijo de Azarías;
del clan de Merari: Cis, hijo de Abdi y Azarías, hijo de Jehalelel;
del clan de Gersón: Joa, hijo de Zima y Edén, hijo de Joa;
de la familia de Elizafán: Simri y Jeiel;
de la familia de Asaf: Zacarías y Matanías;
de la familia de Hemán: Jehiel y Simei;
de la familia de Jedutún: Semaías y Uziel.
Estos hombres reunieron a sus hermanos levitas, y todos se purificaron.
Luego empezaron a purificar el templo del Señor, tal como el rey lo había
ordenado. Se aseguraron de seguir todas las instrucciones del Señor al
hacer su trabajo. Los sacerdotes entraron en el santuario del templo del
Señor para purificarlo y sacaron al atrio del templo todos los objetos
contaminados que encontraron. De allí los levitas los llevaron al valle de
Cedrón.
Comenzaron a trabajar a principios de la primavera, en el primer día del
nuevo año, y en ocho días habían llegado hasta la antesala del templo del
Señor. Luego purificaron el templo del Señor, lo cual llevó ocho días
más. Así que terminaron toda la tarea en dieciséis días.
Luego los levitas se presentaron ante el rey Ezequías y le dieron el siguiente informe: «Hemos purificado todo el templo del Señor, el altar
de las ofrendas quemadas con todos sus utensilios y la mesa del pan de
la Presencia con todos sus utensilios. También recuperamos todos los
objetos que había desechado el rey Acaz cuando, en su infidelidad, c erró
el templo. Ahora están delante del altar del S eñor, purificados y listos
para su uso».
Temprano a la mañana siguiente, el rey Ezequías reunió a los funcionarios de la ciudad y fue al templo del S eñor. Llevaron siete toros, siete
carneros y siete corderos como ofrenda quemada, junto con siete chivos
como ofrenda por el pecado por el reino, por el templo y por Judá. El rey
ordenó a los sacerdotes, descendientes de Aarón, que sacrificaran los animales en el altar del S eñor.
Así que después de matar los toros, los sacerdotes tomaron la sangre y
la rociaron sobre el altar. A continuación mataron los carneros y rociaron
la sangre sobre el altar y por último, hicieron lo mismo con los corderos.
Después, llevaron los chivos para la ofrenda por el pecado ante el rey y ante
la asamblea, quienes pusieron sus manos sobre ellos. Luego los sacerdotes