Mascoteros 13 - Flipbook - Page 10
RIZO Y PAMPERO: UNA
AMISTAD INESPERADA
En un pequeño pueblo, donde las casas eran de colores vibrantes y los jardines estaban llenos
de 昀氀ores, vivían dos amigos muy peculiares: Rizo, un gato de pelaje atigrado con un rabo que
parecía un espiral, y Pampero, un perro de grandes orejas caídas y un corazón aún más grande. A
pesar de ser de especies diferentes, Rizo y Pampero compartían una amistad inquebrantable que
sorprendía a todos en el vecindario.
Rizo era un gato astuto y
curioso, siempre en busca
de aventuras. Le encantaba explorar los rincones
más recónditos del pueblo,
desde los tejados de las casas hasta los árboles más
altos. Pampero, por su parte, era un perro tranquilo
y juguetón, que prefería
correr en el parque y jugar
a atrapar pelotas. Aunque
sus personalidades eran
distintas, su conexión era
fuerte y especial.
10/ MASCOTEROS
Un día soleado, mientras
Rizo estaba en su habitual
exploración, escuchó un
extraño ruido proveniente
del patio trasero de una
casa. Intrigado, se acercó sigilosamente
y vio a un grupo de cachorros atrapados detrás de
una valla. Los pequeños
estaban asustados y no sabían cómo salir. Rizo, con
su ingenio, decidió que era
su deber ayudar.
“¡Pampero!”, llamó Rizo,
emocionado. “¡Veni rápido!
Hay unos cachorros que
necesitan nuestra ayuda”.
Pampero, que estaba
disfrutando de una siesta
bajo la sombra de un árbol,
se despertó de un salto.
“¿Cachorros? ¡Vamos! ¡No
podemos dejarlos ahí!”.
Los dos amigos se apresuraron al lugar. Rizo, ágil
como siempre, se subió a
la valla y observó cómo podía ayudar. Pampero, por
su parte, intentó mover la
valla con su fuerza, pero no
había manera de abrirla.
Rizo pensó por un momento y tuvo una idea.
“Pampero, tú eres más
fuerte. Empuja la valla
mientras trato de calmar a
los cachorros”, sugirió Rizo.
Pampey se colocó
valla. Con
fuerzas,
ro asintió
frente a la
todas sus
empujó y,
poco
a poco, la valla comenzó a
ceder. Rizo, desde su posición, habló con los cachorros. “No se asusten, pequeños. Estamos aquí para
ayudarles. Solo un poco
más”.
Finalmente, con un último empujón, Pampero logró abrir un espacio lo su昀椀cientemente grande para
que los cachorros pudieran
salir. Los pequeños, llenos
de alegría, corretearon hacia ellos, ladrando y maullando, agradecidos por su
rescate.
“¡Lo hicimos, Rizo! ¡Lo
logramos!”, exclamó Pampero, moviendo su cola
con entusiasmo.