MOSHCIETY - Flipbook - Page 123
Simón Padilla.
ESTRELLA ENTRE LAS ESTRELLAS
Quienes crean que algo diferente nos espera más allá de esta vida, y quienes nos dejan en este mundo se reúnen más allá
para rememorar viejos tiempos, quizás, solo estos puedan esbozar una sonrisa conformista al imaginar cómo Dalí, Taylor,
Gardner, Bardot o Connery, entre otros muchos ilustres, deben estar celebrando que vuelven a tener una razón por la que
sentarse, de nuevo, en torno a una mesa, allá donde quieran que todos ellos estén.
Se fue Simón Padilla y con él se marcha otro pedazo de aquella Marbella lustrosa de los años setenta y ochenta dejando
tras de sí una vida dedicada a los fogones en las cocinas más exclusivas de nuestro país. Nunca atesoró ninguna estrella,
pero eso no le impidió trabajar rodeado de ellas; leyenda entre las leyendas, Simón Padilla supo ser a través de su trabajo,
maestro de maestros. Con su partida, parte el cocinero de la jet set.
Simón Padilla fue su propio Adán. Nacido del barro (el mismo que sus padres trabajaban como alfareros en su Jaén natal y
el mismo que le llevó, con tan solo dieciséis años, a abandonar el hogar y buscar su propio lugar en el mundo) sus manos
modelaron al hombre cuyo aliento lo recibió del universo de la gastronomía y la alta cocina clásica.
Así fue como el chico se convirtió en hombre, y el hombre en chef, y el chef en mito. Así es como Simón Padilla forjó un
recorrido de más de sesenta años trabajando en las cocinas de emblemáticos lugares como el hotel Atlántico de Cádiz;
el Ritz, en Barcelona; Hilton, Incosol, Puente Romano y Marbella Club, en la Costa del Sol.
La vida y el trabajo de este incansable chef fueron materias indisolubles de una filosofía que lo llevaron a diseñar el telón
(gastronómico) de fondo que definió no solo una era en Marbella, sino el álbum de sabores, texturas y aromas con las que
el lujo y la sofisticación coquetearon durante décadas en este lugar.
Sí, sin duda es maravillo creer que hoy Gina Lollobrigida, Philippe Junot, Régine Zylberberg o Alain Delon vuelven a charlar
alrededor de una mesa mientras Simón Padilla interpreta, tras los fogones, una vez más su velada sinfonía. Aquella que
no se escucha, pero que acompaña, aquella que dice mucho sobre quienes la disfrutan, pero habla más (y lo hará
eternamente) de quien fue su creador.