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J u eces
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con nosotros en Mizpa cuando nos reunimos en asamblea en presencia del
Señor?». Y descubrieron que ninguno de Jabes de Galaad había asistido
a la asamblea. Pues luego de contar a todos los presentes, no había nadie
de Jabes de Galaad.
Entonces la asamblea envió a doce mil de sus mejores guerreros a Jabes
de Galaad con órdenes de matar a todos los habitantes, entre ellos mujeres
y niños. «Lo que harán —les dijeron— es destruir por completo a todos
los varones y a las mujeres que no sean vírgenes». Entre los habitantes de
Jabes de Galaad, encontraron a cuatrocientas muchachas vírgenes, que
nunca se habían acostado con un hombre, y las llevaron al campamento
en Silo, que está en la tierra de Canaán.
Así que la asamblea de Israel envió una delegación de paz a los hombres que habían quedado de Benjamín, y que estaban viviendo en la roca
de Rimón. Entonces los hombres de Benjamín volvieron a sus hogares y
recibieron como esposas a las cuatrocientas mujeres de Jabes de Galaad, a
quienes se les había perdonado la vida. Pero no hubo suficientes mujeres
para todos los hombres.
El pueblo sintió lástima por Benjamín, porque el Señor había dejado
un vacío en las tribus de I srael. A raíz de eso, los ancianos de la asamblea preguntaron: «¿Cómo podemos conseguir esposas para los pocos
que quedan, ya que las mujeres de la tribu de Benjamín están muertas?
Los sobrevivientes deben tener herederos, para que no quede exterminada toda una tribu de Israel. Pero no podemos darles a nuestras hijas en
matrimonio porque hemos jurado solemnemente que quien lo haga caerá
bajo la maldición de Dios».
Entonces se acordaron del festival anual del Señor que se celebra en
Silo, al sur de Lebona y al norte de Betel, por el lado oriente del camino
que va de Betel a Siquem. Así que les dijeron a los hombres de Benjamín
que aún necesitaban esposa: «Vayan y escóndanse en los viñedos. Cuando
vean que las jóvenes de Silo salen a danzar, salgan corriendo de los viñedos, y entonces cada uno de ustedes llévese a una de ellas a la t ierra de
Benjamín, para que sea su esposa. Cuando los padres y los hermanos de las
muchachas vengan a reclamarnos, nosotros les diremos: “Sean comprensivos, por favor. Dejen que se queden con sus hijas, porque no encontramos
esposas para todos ellos cuando destruimos Jabes de Galaad. Y ustedes no
son culpables de romper el voto, ya que, en realidad, no les entregaron a
sus hijas en matrimonio”».
Así que los hombres de Benjamín hicieron lo que se les dijo. Cada hombre tomó a una de las mujeres mientras danzaban en la celebración, y se la
llevó para que fuera su esposa. Regresaron a su propia tierra, reedificaron
sus ciudades y vivieron en ellas.
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