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INMERSIÓN
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REINOS
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los filisteos, los sidonios, los amalecitas y los maonitas? Cuando ellos los
oprimían, ustedes clamaban a mí por ayuda, y yo los rescataba. Sin embargo, ustedes me abandonaron y sirvieron a otros dioses. Así que ya no
los rescataré más. ¡Vayan a clamar a los dioses que han escogido! ¡Que los
rescaten ellos de este momento de angustia!
Pero los israelitas rogaron al Señor diciendo:
—Hemos pecado. Castíganos como bien te parezca, pero rescátanos
hoy de nuestros enemigos.
Entonces los israelitas dejaron los dioses ajenos para servir al Señor, y
él se entristeció a causa del sufrimiento que experimentaban.
En esa ocasión, los ejércitos de Amón se habían juntado para la guerra
y acampaban en Galaad, y el pueblo de Israel se congregó y acampó en
Mizpa. Los líderes de Galaad se dijeron unos a otros: «El primero que
ataque a los amonitas será proclamado gobernante de todo el pueblo de
Galaad».
Jefté era un gran guerrero de la región de Galaad. Era hijo de Galaad,
pero su madre era una prostituta. La esposa de Galaad tuvo varios hijos,
y cuando esos medios hermanos de Jefté crecieron, lo echaron del territorio. «Tú no recibirás ninguna parte de la herencia de nuestro padre —le
dijeron—, porque eres hijo de una prostituta». Así que Jefté huyó de sus
hermanos y vivió en la tierra de Tob. En poco tiempo, tuvo una banda de
rebeldes despreciables que lo seguían.
Por ese entonces, los amonitas comenzaron a hacer g uerra contra I srael.
Así que cuando los amonitas atacaron, los ancianos de Galaad mandaron
a buscar a Jefté a la tierra de Tob y le dijeron:
—¡Ven y sé nuestro comandante! ¡Ayúdanos a pelear contra los
amonitas!
Pero Jefté les respondió:
—¿Acaso no son ustedes los mismos que me odiaban y me echaron de la
casa de mi padre? ¿Por qué vienen a buscarme ahora que están en apuros?
—Porque te necesitamos —contestaron los ancianos—. Si marchas al
frente de nosotros a la batalla contra los amonitas, te proclamaremos gobernante de todo el pueblo de Galaad.
Jefté les dijo a los ancianos:
—A ver si entiendo bien: si voy con ustedes y el Señor me da la victoria
sobre los amonitas, ¿de veras me harán gobernante de todo el pueblo?
—El S eñor es nuestro testigo —contestaron los ancianos—. Prometemos hacer todo lo que tú digas.
Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo proclamó
gobernante y comandante del ejército. En Mizpa, en presencia del Señor,
Jefté repitió lo que les había dicho a los ancianos.
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