Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 77
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J u eces
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cuando se preparaba para prenderle fuego a la entrada, desde el techo, una
mujer tiró una piedra de molino, que cayó sobre la cabeza de Abimelec, y
le partió el cráneo.
Enseguida él le dijo a su joven escudero: «¡Saca tu espada y mátame!
¡Que no se diga que una mujer mató a Abimelec!». Así que el joven lo
atravesó con su espada, y él murió. Cuando los hombres de Abimelec lo
vieron muerto, se desbandaron y regresaron a sus casas.
De esa forma, Dios castigó a Abimelec por el mal que había hecho contra su padre al matar a sus setenta hermanos. D
ios también castigó a los
hombres de Siquem por toda su maldad. Así se cumplió la maldición de
Jotam, hijo de Gedeón.
Después de la muerte de Abimelec, la siguiente persona que rescató a
Israel fue Tola, hijo de Púa, hijo de Dodo. Era de la tribu de Isacar pero
vivía en la ciudad de Samir, en la zona montañosa de Efraín. Fue juez de
Israel durante veintitrés años. Cuando murió, lo enterraron en Samir.
Después de la muerte de Tola, Jair, de Galaad, fue juez de Israel durante
veintidós años. Sus treinta hijos cabalgaban sobre treinta burros y eran
dueños de treinta ciudades en la t ierra de Galaad, que aún se llaman las
Ciudades de Jair. Cuando murió Jair, lo enterraron en Camón.
Una vez más, los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor. Sirvieron
a las imágenes de Baal y de Astoret, y a los dioses de Aram, de Sidón, de
Moab, de Amón y de Filistea. Abandonaron al Señor y dejaron de servirle
por completo. Entonces el Señor ardió de enojo contra los israelitas y los
entregó en manos de los filisteos y los amonitas, quienes comenzaron a
oprimirlos ese mismo año. Durante dieciocho años oprimieron a los israelitas que vivían al oriente del río Jordán, en la tierra de los amorreos
(es decir, Galaad). Los amonitas también cruzaron al lado occidental del
Jordán y atacaron a Judá, a Benjamín y a Efraín.
Los israelitas estaban muy angustiados. Finalmente clamaron al Señor
por ayuda y dijeron:
—Hemos pecado contra ti, porque te hemos abandonado como nuestro
Dios para servir a las imágenes de Baal.
El S eñor respondió:
—¿Acaso no los rescaté yo de los egipcios, los a morreos, los amonitas,
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