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SAMUEL–REYES
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Joiada les dijo: «Tienen que hacer lo siguiente: una tercera parte de
ustedes, los que están de turno el día de descanso, vigilarán el palacio real;
otra tercera parte de ustedes hará guardia en la puerta Sur; y la otra tercera
parte lo hará detrás de la guardia del palacio. Los tres grupos vigilarán el
palacio. Los dos grupos que no están de turno el día de descanso guardarán al rey en el templo del Señor. Formen una escolta alrededor del rey y
tengan sus armas en la mano. Maten a cualquiera que intente penetrar las
filas. Quédense junto al rey vaya donde vaya».
Así que los comandantes hicieron todo tal como el sacerdote Joiada les
había ordenado. Los comandantes se encargaron de los hombres que se
presentaban para su turno ese día de descanso, así como de los que terminaban el suyo. Los llevaron a todos ante el sacerdote Joiada, quien les dio
las lanzas y los escudos pequeños que habían pertenecido al rey David
y estaban guardados en el templo del Señor. Los guardias del palacio
se ubicaron alrededor del rey, con sus armas listas. Formaron una hilera
desde el lado sur del templo hasta el lado norte y alrededor del altar.
Entonces Joiada sacó a Joás, el hijo del rey, puso la corona sobre su cabeza y le entregó una copia de las leyes de D
ios. Lo ungieron y lo proclamaron rey, y todos aplaudieron y gritaron: «¡Viva el rey!».
Cuando Atalía oyó el ruido que hacían los guardias del palacio y la gente,
fue de prisa al templo del S eñor para ver qué pasaba. Cuando llegó, vio
al recién coronado rey de pie en el lugar de autoridad, junto a la columna,
como era la costumbre durante las coronaciones. Los comandantes y los
trompetistas lo rodeaban, y gente de todo el reino celebraba y tocaba las
trompetas. Cuando Atalía vio todo esto, rasgó su ropa en señal de desesperación y gritó: «¡Traición! ¡Traición!».
Después el sacerdote Joiada ordenó a los comandantes que estaban a
cargo de las tropas: «Llévensela a los soldados que están de guardia frente
al templo, y maten a cualquiera que intente rescatarla». Pues el sacerdote
había dicho: «No deben matarla dentro del templo del Señor». Por eso
la a garraron y la llevaron a la puerta por donde los caballos entraban al
predio del palacio, y allí la mataron.
Luego Joiada hizo un pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, de que
serían el pueblo del S eñor. También hizo un pacto entre el rey y el pueblo.
Así que toda la gente fue al templo de Baal y entre todos lo destruyeron;
demolieron los altares, hicieron pedazos los ídolos y mataron a Matán, el
sacerdote de Baal, frente a los altares.
El sacerdote Joiada puso guardias en el templo del Señor. Después los
comandantes, los mercenarios cariteos, los guardias del palacio y toda la
gente del reino escoltaron al rey desde el templo del S eñor; pasaron por
la puerta de la guardia y entraron al palacio, y el rey se sentó en el trono
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