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INMERSIÓN
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REINOS
2R
| 5:5-18
«Ve a visitar al profeta —le dijo el rey de Aram—. Te daré una carta de
presentación para que se la lleves al rey de Israel».
Entonces Naamán emprendió viaje y llevaba de regalo trescientos cuarenta kilos de plata, sesenta y ocho kilos de oro, y diez mudas de ropa. La
carta para el rey de Israel decía: «Mediante esta carta presento a mi siervo
Naamán. Quiero que lo sanes de su lepra».
Cuando el rey de I srael leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y
dijo: «¿Acaso soy Dios para dar vida y quitarla? ¿Por qué este hombre me
pide que sane a alguien con lepra? Creo que solo busca pelear conmigo».
Sin embargo, cuando Eliseo, hombre de D
ios, supo que el rey de I srael
había rasgado sus vestiduras en señal de aflicción, le envió este mensaje:
«¿Por qué estás tan disgustado? Envíame a Naamán, así él sabrá que hay
un verdadero profeta en Israel».
Entonces Naamán fue con sus caballos y carros de guerra y esperó frente
a la puerta de la casa de Eliseo; pero Eliseo le mandó a decir mediante
un mensajero: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel
quedará restaurada, y te sanarás de la lepra».
Naamán se enojó mucho y se fue muy ofendido. «¡Yo creí que el profeta
iba a salir a recibirme! —dijo—. Esperaba que él moviera su mano sobre
la lepra e invocara el nombre del S eñor su D
ios ¡y me sanara! ¿Acaso los
ríos de Damasco —el Abaná y el Farfar— no son mejores que cualquier
río de Israel? ¿Por qué no puedo lavarme en uno de ellos y sanarme?». Así
que Naamán dio media vuelta y salió enfurecido.
Sus oficiales trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «
Señor, si
el profeta le hubiera pedido que hiciera algo muy difícil, ¿usted no lo habría hecho? Así que en verdad debería obedecerlo cuando sencillamente
le dice: “¡Ve, lávate y te curarás!”». Entonces Naamán bajó al río Jordán y
se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y
su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!
Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de
Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo:
—Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así
que le ruego que acepte un regalo de su siervo.
Pero Eliseo respondió:
—Tan cierto como que el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré
ningún regalo.
Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó. Entonces Naamán le dijo:
—Está bien, pero permítame, por favor, cargar dos de mis mulas con
tierra de este lugar, y la llevaré a mi casa. A partir de ahora, nunca más presentaré ofrendas quemadas o sacrificios a ningún otro dios que no sea el
Señor. Sin embargo, que el Señor me perdone en una sola cosa: cuando
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