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SAMUEL–REYES
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de abastecimiento y salió a pelear. Pero el ejército de I srael parecía dos pequeños rebaños de cabras en comparación con el inmenso ejército arameo,
¡que llenaba la campiña!
Entonces el hombre de D
ios fue a ver al rey de I srael y le dijo: «Esto dice
el Señor: “Los arameos han dicho: ‘El Señor es un dios de las montañas
y no de las llanuras’. Así que derrotaré a este gran ejército por ti. Entonces
sabrás que yo soy el Señor”».
Los dos ejércitos acamparon, uno frente al otro, durante siete días. El
séptimo día comenzó la batalla. En un solo día los israelitas mataron a cien
mil soldados arameos de infantería. El resto huyó a la ciudad de Afec, pero
la muralla les cayó encima y mató a otros veintisiete mil de ellos. B
en-adad
huyó a la ciudad y se escondió en un cuarto secreto.
Los oficiales de B
en-adad le dijeron: «Hemos oído, señor, que los reyes
de Israel son compasivos. Entonces pongámonos tela áspera alrededor de
la cintura y sogas en la cabeza en señal de humillación, y rindámonos ante
el rey de Israel. Tal vez así le perdone la vida».
Entonces se pusieron tela áspera y sogas, y fueron a ver al rey de Israel,
a quien le suplicaron:
—Su siervo Ben-adad dice: “Le ruego que me perdone la vida”.
El rey de I srael respondió:
—¿Todavía vive? ¡Él es mi hermano!
Los hombres tomaron la respuesta como una buena señal y, aprovechando esas palabras, enseguida le respondieron:
—¡Sí, su hermano Ben-adad!
—¡Vayan a traerlo! —les dijo el rey de Israel.
Cuando Ben-adad llegó, Acab lo invitó a subir a su carro de g uerra.
Ben-adad le dijo:
—Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó a tu padre, y puedes establecer lugares de comercio en Damasco, como hizo mi padre en
Samaria.
Entonces Acab le dijo:
—Te dejaré en libertad con estas condiciones.
Así que hicieron un nuevo tratado y Ben-adad quedó en libertad.
Mientras tanto, el S eñor le ordenó a un miembro del grupo de profetas
que le dijera a otro: «¡Golpéame!»; pero el hombre se negó a golpearlo.
Entonces el profeta le dijo: «Como no obedeciste la voz del Señor, un
león te matará apenas te separes de mí». Cuando el hombre se fue, sucedió
que un león lo atacó y lo mató.
Luego el profeta se dirigió a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!». Así
que el hombre lo golpeó y lo hirió.
El profeta se puso una venda en los ojos para que no lo reconocieran y
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